
Imagen: RTVE.es
A principios de año, la 2 de Televisión Española estrenó la serie documental La luz y el misterio de las catedrales, compuesta por siete capítulos en los que se hace un recorrido por algunas de las catedrales más emblemáticas de España, de la mano del arquitecto y dibujante José María Pérez «Peridis». Como me supo a poco -en cuanto a cantidad me refiero-, últimamente estoy redescubriendo una serie similar conducida por el mismo presentador, emitida por la 2 hace unos años. Se trata de Las claves del románico y consta de tres temporadas. Al igual que la dedicada a las catedrales, se puede ver online en RTVE A la carta.
Me apasiona la arquitectura, pero la serie también me gusta por su profundidad espiritual, por la lectura que hace en clave religiosa de edificios o esculturas románicas. Cada capítulo va desgranando la sociedad de la época, con unos anhelos y temores que quedaron plasmados en su arte.
En los diferentes capítulos igualmente se refleja el modo decisivo en el que las comunidades religiosas contribuyeron a la transmisión del Evangelio, del conocimiento y en la tarea de paliar las necesidades que existían. La manera en la que los hombres de aquel tiempo vivían el cristianismo se inmortalizó en bellos templos, concebidos como centros neurálgicos para la comunidad.
Los documentales mencionados son, además, un alegato sobre la necesidad de preservar el patrimonio que nos ha sido legado. En el número del pasado mes de diciembre de la revista Cercha, Peridis decía que la fascinación que despiertan las catedrales no la suscitan otros edificios. Afirmaba que «no pueden hacerlo, porque no son espacio espiritual». Según él: «Hay espacios que impresionan, pero no emocionan de esa manera. No hay tantos espacios en la arquitectura como las catedrales, capaces de provocar una emoción tan grande, que digan que el ser humano es un ser sagrado y trascendente. Cuando vemos un gran estadio pensamos que es una maravilla, un inmenso alarde tecnológico, pero, ¿qué quiere decir? Qué lo sabemos hacer, y ya está… El hombre y la catedral tienen vocación de eternidad: esa es la clave de todo».