
Pier Paolo Pasolini y Enrique Irazoqui en el set de El evangelio según San Mateo
Pier Paolo Pasolini
La aproximación más popular de un realizador ateo al cristianismo ha sido, probablemente, la efectuada por el marxista Pier Paolo Pasolini en El evangelio según San Mateo (1964). El director italiano adaptó el texto de Mateo al pie de la letra, conformando una obra que dedicaría a su madre -que era católica y representó a la Virgen María-, y a Juan XXIII. Precisamente, la renovación que había impulsado el Papa bueno con el Concilio Vaticano II le hizo reformularse algunas de sus posturas.
La cinta seguía las pautas del neorrealismo, merced a una puesta en escena sin adornos. Además, el personaje de Cristo se alejaba de la construcción más edulcorada habitualmente adoptada por Hollywood, pero tampoco encontraba un justo equilibrio, debido al excesivo laconismo del Maestro. El rechazo de Este hacia el poder y su cercanía a los pobres son aspectos en los que Pasolini hizo hincapié, pues coincidían con sus ideas políticas.
Curiosamente, al también comunista Enrique Irazoqui, encargado de interpretar a Jesucristo, le retiraron el pasaporte en su regreso a España bajo el pretexto de actuar en una película de propaganda marxista que, paradójicamente, se proyectó en el Concilio Vaticano II (1).
Muy valorada con el transcurso de los años, la Santa Sede incluyó a El evangelio según San Mateo en su lista de los mejores títulos de temática religiosa, publicada con motivo del cien aniversario del cine, en 1995.
Aparte de este film, de Pasolini igualmente llama la atención su clara oposición al aborto: «Estoy traumatizado con la legalización del aborto porque, como muchos, la considero como una legalización del homicidio» (2). A esta afirmación añadía: «… me repugna ver destruido el orden principal de la vida». Atraído por la figura de Jesús de Nazaret, que trató con respeto, no dejó de ser ateo: «… yo no creo en la divinidad de Cristo… lo lamento, no creo en ella» (3).
Liliana Cavani
Un caso similar al de Pasolini, aunque considerablemente menos efectivo, es el de su compatriota Liliana Cavani. La fascinación de esta por san Francisco aportaría a su filmografía un hecho nada corriente como es la existencia de dos largometrajes, sin relación directa entre ellos, dedicados a un mismo personaje. El primero, titulado Francisco de Asís (1966), fue una producción televisiva de la RAI, donde Cavani dejaba de lado la espiritualidad del Poverello, mostrándolo como un defensor de los derechos sociales, acorde con sus ideales políticos.
Con el tiempo, la cineasta se dio cuenta de que había cometido un error al despojar a Francisco de su inherente religiosidad e intentó solventarlo, tres décadas después, con Francesco (1989). En ella sí buscaba ahondar en su carácter místico. Sin embargo, cometía numerosas inexactitudes históricas y, con su particular visión, deparaba un retrato distorsionado del carismático santo.
Si bien la admiración que siente la autora transalpina por el patrono de su país es incuestionable, sus acercamientos cinematográficos son tan bienintencionados como poco inspirados.
Roland Joffé
El británico Roland Joffé, agnóstico y vinculado en el pasado al comunismo, tuvo una inmejorable oportunidad de continuar una carrera comenzada con buen pie en Los gritos del silencio (1984), cuando le ofrecieron dirigir La misión (1986). Esta cinta sigue los pasos de unos misioneros en tierras de Sudamérica, durante el siglo XVIII. Premiada con la Palma de Oro en Cannes, se ha convertido en un indiscutible clásico.
No bastaron las buenas intenciones en la fallida La ciudad de la alegría (1992). Este relato versa sobre un médico que viaja hasta Calcuta, esperando reencontrase consigo mismo en uno de los sitios más desfavorecidos del planeta. La propuesta formaría parte de una serie de desafortunados proyectos, que colocaron a Joffé en un lugar impropio para un realizador de su trayectoria.
Aceptó llevar a cabo el biopic de Josemaría Escrivá, Encontrarás dragones (2011), ambientado en la Guerra Civil española. Pese a superar un reto ciertamente complejo, la afluencia de público no fue la prevista, especialmente en los cines estadounidenses, y la producción fracasó en la taquilla. En su presentación, el inglés declaró en una entrevista: «… para un agnóstico como yo, el concepto cristiano de redención resulta fascinante. Es un mensaje de perdón, de reconciliación, ante el que me quito el sombrero» (4). Acerca de su agnosticismo, en otro medio aseguraba: «No sé si hay un Dios o no, pero no soy tan tonto como para asegurar que no existe» (5).

Roland Joffé en el rodaje de Encontrarás dragones
Jessica Hausner
Recientemente, la austriaca Jessica Hausner ha elaborado en Lourdes (2009) una audaz reflexión sobre los misterios que rodean al famoso santuario mariano, planteando cuestiones como el dolor o la aparente arbitrariedad de los milagros, desde su agnosticismo. La autora conforma un film algo frío, pero de gran hondura, mediante el que formula numerosas preguntas.
Un ejemplo parecido al de Hausner, más por su coincidencia en el tiempo que argumentalmente, es el de Margarethe von Trotta con Visión (2009). En esta película, la alemana traslada a la gran pantalla la vida de santa Hildegard de Bingen, más motivada por su interés acerca del papel de la mujer a lo largo de la historia, que por las creencias de la mística. Su propuesta, nada fácil para el espectador, escenifica el funcionamiento de una congregación durante la Edad Media.
Xavier Beauvois
En este artículo merece una mención especial el francés Xavier Beauvois, gracias a su obra maestra De dioses y hombres (2010). La cinta, basada en un hecho real, recibió un aplauso unánime por parte de la crítica y fue galardonada con el Gran Premio en Cannes. Sorprende que un agnóstico reflejase de una manera tan realista el día a día de una comunidad cisterciense, representando fielmente las tareas de los monjes y deteniéndose de un modo casi reverencial en sus rituales litúrgicos.
Beauvois se sintió cautivado por el desprendimiento y el espíritu de apertura de los religiosos de un monasterio de Argelia, que vivían en comunión con los musulmanes de la zona. Respecto a los sucesos que adapta, el director los muestra tal y como fueron.
En referencia a los monjes, Beauvois afirmó: «… defiendo el ascetismo en estos tiempos de obsesión por el dinero y el éxito. Me reconozco en estos monjes, que prefieren el verbo ‘ser’ al verbo ‘hacer'» (6). Antes de afrontar el rodaje se preparó espiritualmente: «Me sumergí en la vida de los hermanos y esta enseguida me sedujo, me sorprendió, se convirtió en parte de mí» (7). Su película es tan profunda que es inevitable la cuestión relativa a su fe, sobre la que ni asiente ni desmiente: «En cuanto a la religión, una mitad de mi cerebro no cree en nada y la otra cree en todo» (7).
Los cineastas tratados en estos dos artículos plasmaron, en sus correspondientes aproximaciones a la temática sacra, sus dudas, certezas y contradicciones. Asimismo, constataron que, si existe un auténtico interés por el tema, la falta de fe no es un obstáculo a la hora de alumbrar un título religioso verdaderamente estimable. Y no solo para los espectadores creyentes, porque el cristianismo, en definitiva, ofrece respuestas a los grandes interrogantes del hombre.
2. P. Paolo Pasolini, Escritos corsarios. Madrid, Oriente y Mediterráneo, 2009.
3. J. Duflot, Conversaciones con Pier Paolo Pasolini. Barcelona, Anagrama, 1971.
4. J. José Martín, Entrevista a Roland Joffé. Aceprensa, 18-03-2011.
5. F. Martín Bellón, Entrevista a Roland Joffé. Madrid, ABC, 23-03-2011.
6. A. Vicente, Entrevista a Xavier Beauvois. París, Fotogramas, 10-01-2011.
7. F. Lemercier, Entrevista a Xavier Beauvois. Cineuropa, 20-05-2011.