A principios de año dedicábamos un artículo a la última cinta de Terrence Malick, A Hidden Life -inicialmente titulada Radegund-, explicando por qué la consideramos como la película religiosa más prometedora de 2019. Su esperada proyección en Cannes no ha defraudado, pues recibió una cálida ovación por parte de los espectadores del Gran Teatro Lumière. Al evento asistió el propio Malick, algo realmente noticiable, dado su escasísimo interés por aparecer en actos públicos.
El film cuenta la historia real, poco conocida, de un campesino austriaco llamado Franz Jägerstätter, que se negó a luchar junto a los nazis. En su decisión, que le costó la vida, estuvo guiado por su fe. La Iglesia católica lo beatificó y lo declaró mártir en 2007.
La crítica ha sido muy dispar en sus valoraciones hacia el largometraje, como viene sucediendo con los últimos trabajos del prestigioso autor de El árbol de la vida. Al entusiasmo de un sector de la crítica se unió Juan Antonio Bayona, director de Lo imposible, escribiendo en un tweet que se sentía «conmocionado» tras el estreno, añadiendo: «Una de las mejores películas que he visto en los últimos años y una de las mayores ovaciones que he visto nunca en Cannes».
En el lado opuesto, algunos calificaban la obra de excesiva y otros, incluso, presentaban objeciones a su evidente contenido cristiano. En el diario británico The Guardian, por ejemplo, se hablaba de «himno moralista» y he leído otras reseñas, en esa línea, que no merece la pena mencionar. Es innegociable que un artista, dentro de los límites del respeto, pueda expresarse libremente, también en lo referente a convicciones religiosas. Negarlo habría sido como cuestionar a Dreyer por rodar Ordet (La palabra) o a Miguel Ángel por esculpir La Piedad.
La temática del film tampoco le ayudaba en su pelea por la Palma de Oro, que finalmente se ha llevado el coreano Bong Joon-ho. Sorprende, eso sí, que no figure en el palmarés del festival, entre los premios importantes. Esto hubiese supuesto un plus para la distribución de una producción que, pese a todo, tendrá más repercusión que los recientes trabajos de Malick, inéditos en España.
Al realizador estadounidense siempre se le había dado bien Cannes, donde cuatro décadas atrás ganó el premio a mejor director por Días del cielo y hace ocho años venció con El árbol de la vida. Apuesto a que A Hidden Life es otro de sus títulos mayores y ojalá no haya que esperar mucho para poder verlo en los cines.