A principios de año, la 2 de Televisión Española estrenó la serie documental La luz y el misterio de las catedrales, compuesta por siete capítulos que recorrían algunas de las catedrales más emblemáticas de España, de la mano del arquitecto y dibujante José María Pérez “Peridis”. Debe suponer un esfuerzo importante producir series de este tipo, tan elaboradas pero que gozan de un seguimiento minoritario. Como me supo a poco, -en cuanto a cantidad me refiero-, últimamente estoy redescubriendo una serie similar, conducida por el mismo presentador y también emitida por la 2 hace unos años. Se trata de Las claves del románico que, al igual que la dedicada a las catedrales, se puede ver online en RTVE A la carta.
Me apasiona la arquitectura, con sus métodos y estructuras, pero lo que más me gusta de la serie no es esto, sino su profundidad espiritual, la lectura que hace en clave religiosa de edificios, esculturas y pinturas románicas. Cada capítulo va desgranando la sociedad de la época, con sus anhelos y temores, que quedaron plasmados en su arte. También, el modo decisivo en el que las comunidades religiosas contribuyeron a la transmisión del Evangelio, del conocimiento y en la tarea de paliar las necesidades que existían. La manera en la que los hombres de aquel tiempo vivían el cristianismo, se transformaba en bellos templos, concebidos como centros neurálgicos para la comunidad.
Los documentales son, además, un alegato sobre la necesidad de preservar el patrimonio que nos ha sido legado. Para Peridis, la fascinación que despiertan las catedrales no la suscitan otros edificios. Afirma que “no pueden hacerlo, porque no son espacio espiritual”. Según él: “Hay espacios que impresionan, pero no emocionan de esa manera. No hay tantos espacios en la arquitectura como las catedrales, capaces de provocar una emoción tan grande, que digan que el ser humano es un ser sagrado y trascendente. Cuando vemos un gran estadio pensamos que es una maravilla, un inmenso alarde tecnológico, pero, ¿qué quiere decir? Qué lo sabemos hacer, y ya está. La catedral, en cambio, nos habla de que hay algo dentro de nosotros que nos empuja a querer ser inmortales y que, aunque no lo seamos, en cierta medida hemos conseguido que esta obra nuestra, que es la catedral, sí tenga esta vocación de inmortalidad”.