«No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.» (Mt 6, 31-33)
El día pasa
El día pasa, ocurren cosas y pasamos por el mundo diciendo, haciendo, tejiendo nuestra vida, decidiendo qué hacer, cómo actuar.
Y en medio de nuestras cosas, tu mirada, siempre tu mirada, espera atenta nuestra pregunta, nuestra duda.
Si no nos cruzamos con ella, las cosas ocurren y tú no intervienes pero si te buscamos y te preguntamos, Señor ¿qué piensas?, entonces, siempre hallamos respuesta.
Respuesta que intuimos y que tantas veces no nos gusta, pero cuánto confiamos en que éste que tú nos indicas, es el camino.
Y, si obedecemos, todo ocurre.
Se despliega ante nosotros la claridad de tu luz.
Los hombres siempre la reconocen.
«Siendo joven aún, antes de ir por el mundo, me di a buscar abiertamente la sabiduría en mi oración, a la puerta delante del templo la pedí, y hasta mi último día la andaré buscando. En su flor, como en racimo que madura, se recreó mi corazón. Mi pie avanzó en derechura, desde mi juventud he seguido sus huellas. Incliné un poco mi oído y la recibí, y me encontré una gran enseñanza.» (Si 51, 13-16)
«Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.»» (Jn 3, 19-21)
No nos mata la muerte
No nos mata la muerte, Señor, nos mata la vida.
La vida y el tiempo dedicado a morir poco a poco, mientras vivimos en lugares donde tú no estás.
Convenciéndonos de que es allí donde está la verdadera vida y que seguirte es perderla.
Vida que nos mata, vida que nos arrebata el aliento.
Vida que nos confunde y nos deslumbra.
Muerte disfrazada de vida por todas partes.
Vida que nos devuelve tristeza y desolación pero vida en la que creemos y tantas veces acogemos.
Vida que solo muestra su cara de muerte cuando Tú la iluminas.
Ten piedad, Señor y que nos alcance tu Luz.
Hazlo para que vivamos en tu vida, la única, la certera, la que no miente, la que siempre devuelve eternidad.
«Una voz dice: ¡Grita!» Y digo: ¿Qué he de gritar? «Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el viento de Yahveh (pues, cierto, hierba es el pueblo). La hierba se seca, la flor se marchita, más la palabra de nuestro Dios permanece por siempre.» (Is 40, 6-8)