Jesús sana a un ciego

Fotografía: Lawrence OP (Flickr)

Sobre el Evangelio de Lucas

Solo les faltaban las pancartas: “Yo tengo lepra; a mí me falta el tendón del pie…” Uf cuánta pena seguía a Jesús con la esperanza de ser curados. Y así en mogollón, anda que te anda hasta llegar a una explanada a descansar un rato ¡digo yo!, y después a “trabajar” con los pobres señoritos.

Con “el corre ve y dile”, llegaban de todas partes (Tiro, Sidón, Jerusalén, Judea…). Esto era genial, a saber: Viene un “Chico” extra-único, joven, reluciente, guapo… Te pone la mano encima y ¡hala, a casa como nuevo! Pues para Jesús eso debía ser tremendo y con un desgaste brutal…

¡Qué poco se piensa en todo esto! y menos aún en haberle tenido tan cerca… ¡Era el Hijo de Dios! Es muy fuerte y, a “toro pasado” a mí me impresiona sobremanera.

Te renovaba por fuera y a veces por dentro (esto le gustaba más). Si no sentías amor, amabas; si odiabas, perdonabas; si eras cojo, andabas; si te faltaba un ojo, te lo ponía… En fin, te arreglaba el cuerpo y el alma, en un segundo.

Aunque aquellos hombres tuvieron la suerte de estar cerca de Él, si lo pensamos con detenimiento, nos damos cuenta de que ahora es mucho mejor porque no sólo sana en Israel, no sólo habla en Israel, hoy lo hace por todo el mundo y sin perdernos una sola letra de lo que habló.

Le conocemos dos mil años más que ellos y no tenemos que llevar pancartas. No, hemos crecido con Él y nos salva la “Vida” desde que nacemos ¿Qué os parece?

Él reconoce lo difícil que es ser cristiano, por eso nos dio las claves dentro del Evangelio (a los de la pancarta no se lo dijo). Yo llevo un porrón de tiempo con Él y amigo que estás leyendo esto, nuestra alma la cuida y la espera ansioso.

¿Al final quien tiene más suerte, nosotros o ellos? Pues nosotros sin duda y para Dios, nuestro mérito, ni os cuento: “Benditos los que creen sin ver”.