
Fotografía: Maciej Biłas (Flickr)
“¿Por qué me llamáis Señor, Señor y, no hacéis lo que os digo?” Porque somos repetitivos a la hora de pedir y pedir, ya nos conoces, como si nos hubiera hecho la boca un fraile… Pero es verdad, hacer, hacemos lo que nos parece.
Creemos que somos estupendos porque no matamos, no ponemos zancadillas, no hacemos cosas graves, no robamos… Y somos unos egoístas y unos egocéntricos de narices. A veces cuando vemos a un pobre, oímos: “¡No le des que se acostumbra!, o ¡no le des que se lo gasta en vino!”, y así vamos por la vida, dando poco, compartiendo menos o haciéndonos los suecos.
Y eso Señor, que un día di una limosna a un pobre que era muy pobre y me arreó cuatro tortas que casi me desploma ¡Le sentó fatal! Y aunque no lo he tomado muy en cuenta si es cierto que… Primero les miro a los ojos fijamente y si no me arrean otra, les pongo el dinerillo en la mano.
“Os diré a quién se parece a mí, escucha mi Palabra y la pone en práctica: se parece a un hombre que construyó su casa poniendo los cimientos en roca y cuando llegó la crecida no pudo destruirla porque estaba bien cimentada”. ¡Ay Dios! “Con lo dura que está la roca, nos conformamos con cualquier terrenillo que no nos cueste demasiado hincar la pala”… y ¡Claro! Así nos va de regular.
“Pero el que escucha mis palabras y no las pone en práctica, se parece al que construyó una casa en la arena sin cimientos y cuando llegó el río, se cayó la casa y se arruinó”. Pues eso, mucho Señor, Señor pero sordos como tapias y… ¡Tsunami va!… Se jorobó la casa, el pueblo… En fin que no sé para qué tenemos tanto oído si no los usamos para saber que eres nuestro cimiento gratuito, nuestra casa bien construida y llegue lo que llegue, nada la hundirá, porque Tú estarás al quite.
¡A ver si lo que escribo, lo hago y me dejo de fabricar en la arena que en la roca es gratis y se está a salvo! Es trabajoso ¡ni te cuento! pero compensa. ¡Chicos las herramientas nos las regalan!