La Última Cena

Fotografía: Lawrence OP (Flickr)

«Estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: ‘En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar’. Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: ‘Señor, ¿quién es?’. Le contestó Jesús: ‘Aquel a quien yo le de este trozo de pan untado’. Y, untando pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: ‘Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en Él. Si Dios es glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: donde yo voy, no podéis venir vosotros’. Simón Pedro le dijo: ‘Señor, ¿a dónde vas?’. Jesús le respondió: ‘Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde’. Pedro le replicó: ‘Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti’. Jesús le respondió: ‘Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces'» (Jn 13, 21-27.30-33.36-38).

Estamos en lo que, en el Evangelio de Jesucristo según san Juan, se denomina «La hora de Jesús. La última cena», que consta, por decir así, de tres actos: el lavatorio de los pies, el anuncio de la traición de Judas y la despedida. En este relato nos detenemos en el segundo: la traición de Judas. Y hay algo que llama poderosamente la atención. Dice el evangelista que «se turbó en su espíritu». Es la misma sensación que tuvo María en el anuncio del arcángel Gabriel cuando le dijo que iba a ser la Madre de Jesús. Al saludo del ángel, María se turbó.

Más adelante, en la tercera parte anunciada llamada «la despedida», vuelve a repetir «no se turbe vuestro corazón». Es algo como sobrenatural en los tres acontecimientos. Parece que el corazón se sorprende o se aturde, como si no acertara a hablar o a proseguir lo que estaba haciendo. En cada caso es tan insólito lo que sucede o está por venir, que hasta el mismo Dios queda sorprendido, aun sabiendo todo lo que desde ese momento iba a suceder. María no sabía lo que le esperaba, pero Jesús ha de pasar una terrible Pasión.

Los discípulos, como siempre, no entienden ni se atreven a preguntar. Pedro hace una seña al más joven, al que ellos consideran que ha de recibir una contestación, por un lado, más tierna, por otro lado, si obtiene una reprimenda ellos se libran del bochorno. ¿Por qué el más joven? Yo creo que no es por ninguna de las cosas que he enumerado. La juventud o la vejez en la Escritura refiere a la fe. Y digo esto meditando unas palabras de Jesús a Pedro: «…cuando eras joven tú mismo te ceñías e ibas adonde querías, pero cuando seas viejo, otro te ceñirá y te llevará donde no quieres…» (Jn 21, 18). Que podemos traducir así: cuando eres joven, inmaduro en la fe, tú decides, disciernes y opinas, pero cuando tu fe es adulta y madura Otro -esta vez con mayúsculas- Dios te ceñirá, te indicará el camino verdadero.

Pues a este joven, que intuimos como Juan, no le llama por su nombre. Dice el Evangelio «el que Jesús amaba». No es la primera vez que le denomina así. También en la cruz, moribundo, estaba Jesús con María y con el discípulo que Él amaba. Aparece hasta seis veces en el Evangelio de Juan y no aparece en ninguno de los otros Evangelios. Los Santos Padres de la Iglesia primitiva ven reflejado en este singular epíteto nada menos que a cada uno de nosotros. Nosotros somos los discípulos a quien el Señor Jesús amaba.

Detrás del pan que Judas recibe entra Satanás en su mente. Es la hora de las tinieblas. Es la hora de Jesús. Muchas veces Jesús dirá «no ha llegado mi hora». Por ejemplo, en el milagro de las bodas de Caná. Pero en este momento ha llegado la hora de Jesús. Ahora es cuando el Hijo del Hombre va a ser glorificado.

Jesús sabe que le buscarán, pero no pueden seguirle ahora, sino más tarde. Nosotros también buscamos a Jesús. Pero Él nos dice: «No podéis seguirme ahora, me seguiréis más tarde…». Está profetizando nuestro triunfo final. Estamos llamados a ser sus discípulos, el honor más grande que un ser humano puede tener: seguir a Jesús. Con nuestras caídas, con nuestras preguntas al Señor inoportunas… ¿Cuántas veces cantará nuestro gallo que contabilice nuestras traiciones? ¿Cuánto ha cantado ya? Me seguirás más tarde. Esa es nuestra esperanza.