Tal vez no lo hayas pensado, pero hay a tu derecha alguien que siempre está contigo y que si tuvieras la certeza de su existencia, te ahorrarías muchas penas, te ayudaría y haría cosas por ti.
Es tu ángel, el que Dios te puso al nacer para ayudarte y preservar tu alma. Ponle un nombre que elijas para hablarle.
Puede ser mensajero, cuidador, consuelo, compañero y buen amigo… Nunca le verás, pero es tan real como tú. Al mío le he puesto el nombre de “Manuel”. Cuando alguien necesite de ti y no puedas estar personalmente, envía a tu ángel con tu deseo al ángel de la otra persona. Ellos van y vienen si se lo pides. Nunca se cansan de ayudarte. El Padre Pío de Pieltrechina tenía a su “angelito” al que veía casi todo el día de un lado para otro. Los milagros eran incontables.
El ángel de la guarda no es cuento de niños, es una realidad incuestionable y un dogma de fe. Aconsejo que se lea la vida del Padre Pío con respecto a su ángel. Estaban tan unidos que daba gracias a Dios constantemente, por este inmenso regalo. Dice que un día le vio llegar aleteando (tienen alas)… Un testimonio veraz como toda su vida de sufrimiento. También dijo que los ángeles custodios, podían presentarse de otras formas si hiciera falta. No, no es el único que lo ha visto…
Me maravillan estos sucesos y lo que haría con nosotros -que no le llamamos-. Ojalá y contemos con él para poder decir como el Padre Pío, que fue uno más en nuestra vida.
Recemos su oración (la misma que nos enseñaron hace muchos años), agradezcamos su presencia y, enviémosle a los demás con nuestros recados, cuando lo necesiten.
– “Manuel” ve y… ¡vuelve pronto!