Bosque

1. Donde pongas tus ojos allí encontrarás tu amparo en la desgracia. Si los pones en los hombres, amparo de hombres encontrarás; si los pones en Dios, estarás bajo su amparo. Él cuidará de ti.

2. Dicen que lamentarse es de cobardes, depende. Si te lamentas ante el Grande, ante Dios, tu Padre, siempre saldrás ganando.

3. Me pregunto si las oraciones inventadas por los hombres llegan a la altura de las que llevan el sello del Espíritu Santo; por ejemplo esta: “¡Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de ti!” (Sl 16,2).

4. Perdemos la cabeza por tener un autógrafo de alguien que consideramos importante, sin reparar que el Evangelio de Jesús lleva en sí y para ti su firma personal.

5. Cuando un sacerdote en nombre de Dios dice a un hombre: “tus pecados te son perdonados”, de su interior huyen despavoridos multitud de demonios que le atormentaban.

6. El mundo necesita hombres de Dios que, con su intercesión, lleven hasta su corazón de Padre sus dramas y fracasos, y también anhelos; nos lo dijo Él mismo por medio de sus profetas (Is 62,6-7).

7. La gloria de todo discípulo es crecer a los ojos de Dios. El que se obstina en crecer a los ojos de los hombres no dejará de ser más que hierba cuyo esplendor termina por marchitarse (1P 1,23).

8. Puedes plantar tu vida a las orillas del Agua Viva del Evangelio de Jesús, o asentarla en un tiovivo que no hace más que dar vueltas y más vueltas, sin ir a ninguna parte.

9. Todo pecado deja su marca sombría en nuestro interior. Podemos apilar montañas de escombros sobre estas marcas; sin embargo, ahí están bajo los escombros, y sus sombras también.

10. Una debilidad moral no justificada ante Dios, le es más agradable que las “buenas obras” pregonadas a bombo y platillo para que todo el mundo las conozca.

11. Los discípulos de Jesús disfrutamos con sabiduría de las cosas de este mundo. Con sabiduría, es decir, de tal forma que las cosas nos pertenezcan a nosotros, y no nosotros a ellas.

12. Cuanto más braceamos en el mar de nuestras inseguridades más nos agobiamos. Bastará con mirar hacia arriba hasta dar con Aquel que un día nos dijo: ¡No temáis, yo estoy con vosotros!

13. Se dice que la vida da vueltas y más vueltas. El problema sobreviene cuando eres tú el que da vueltas y más vueltas sin rumbo fijo. Miremos a Jesús, Él es el Camino que va al Padre (Jn 14,6).

14. Jesús trabaja en nuestro interior por medio de su Evangelio y traza en nosotros sus rasgos identitarios. Es así, dice Pablo, como reproduce su imagen en nuestro interior (Rm 8,29).

15. Todos nacemos con una especie de libro en blanco en nuestra alma. Tenemos toda la vida para que queden en él impresas multitud de palabras divinas. Estamos hablando del Evangelio de Jesús.

16. No hay dolor más cargado de esperanza que el del alma. Me explico. El dolor de la Ausencia, por muy fuerte que sea, es limitado, pues tarde o temprano tiene que dar paso al gozo inexpresable de la Presencia.

17. Hay motivos para amar a Dios con todo el corazón. Bien saben esto sus buscadores. El que no tiene ganas ni tiempo para buscar a Dios, tampoco tiene tiempo ni ganas para quererse a sí mismo.

18. Me empujaron a soñar metas lejos de mi alcance. Lo hice y aun así intuí que llegarían a ser pequeñas. Le dije entonces a Dios que soñara algo muy suyo para mí… Y me dio a su Hijo.

19. Los hombres que son capaces de llorar a causa de los males físicos y morales que golpean a sus hermanos no son unos hombres cualesquiera. Son hombres de Dios, son como las fuentes de su misericordia.

20. “Cantad a Dios un cántico nuevo”, nos dice el salmista (Sl 149,1). Sí, porque cada vez que Dios pasa al lado de alguien, la novedad se impone, pues este alguien dice: nunca antes Él había pasado así por mi lado.