1. Adquirir la sabiduría de los hombres, esos bien pagados de sí mismos, es costosísimo en tiempo, esfuerzo y dinero. La de Dios es gratis, esto nunca lo entenderán los sabios de este mundo.
2. Para las personas que se quieren, cada hoy tiene un sello especial. Esto cuando, repito, las personas se quieren. ¿Cómo será entonces el hoy cuando los que se quieren son una persona y Dios? Indescriptible.
3. Qué fácil es creer en Jesucristo cuando su Evangelio no es más que un florero a la hora de tomar decisiones que deberían marcar nuestra vida. Claro que esa forma de creer es ajena al Hijo de Dios.
4. Qué reconfortante nos parecen las palabras de Jesús cuando nos dicen “voy al Padre, y vosotros también vendréis”. Reconfortante cuando hacemos nuestras estas palabras, inocuas cuando nos son extrañas.
5. “¿Porque me has visto has creído, Tomás? Bienaventurados los que crean sin haber visto” (Jn 20,29). La visión de Tomás se dio tan solo una vez, la que nace de la Palabra guardada en el corazón es continua.
6. Vano intento el de querer pasarlo lo mejor posible a costa de obstruir el alma; llega un momento en el que ese pasarlo bien se convierte en una fracción de tiempo cada vez más insulsa y escasa.
7. Todo pecado es como un arañazo en nuestra relación con Dios. La buena noticia es que Él cura estas heridas sin dejar rastro ni cicatriz.
8. Entregarse sin reservas a cuidar la viña del alma al tiempo que bebemos del buen vino que surge de ella, está ya en la mente del Viñador. ¡Qué dulce al paladar tu Palabra!, dice el salmista (Sl 119,103).
9. No es más sabio el que más libros almacena en su mente, sino aquel a quien Dios da acceso a la sublimidad de su Misterio y le deja saciarse de él.
10. Las entrañas de la tierra esconden las mejores piedras preciosas. Las entrañas de Dios los mejores latidos de amor de su corazón. ¡Bienaventurados los que, a fuerza de buscarle, le encuentran!
11. Otro mundo es posible, pregonan sin cesar dirigentes de todo tipo, y su público asiente entusiasta. Otra Vida es posible. Jesús es la fuente de la Vida, lo proclama a lo largo del Evangelio, y la mayoría de la gente ni pestañea.
12. Quizá sea en la grieta que el mal abre en nuestro corazón el lugar donde el Evangelio se hace un sitio para decirnos quién es el que realmente nos ama: Dios.
13. Nada más extraño y contrario a la esencia de la felicidad que pagar por ella. Las cascadas de la naturaleza no son obra de los hombres, sino de Dios… la felicidad también.
14. No te metas donde no te importa. Todos hemos dicho esto alguna vez. El problema es cuando se lo decimos a Dios. Sí, podemos llegar a este punto, sólo que… ¡le importamos tanto!
15. Cada día Jesús nos pone en contacto con hombres fatigados y sobrecargados con la esperanza de que en su Nombre les demos una Palabra que les enseñe a descansar. (Mt 11,25-27).
16. Diferencia entre un hombre rezador y otro orante. El rezador se queda con lo audible de sus propias palabras; el orante convierte sus palabras en una mirada tan penetrante que alcanza al Invisible.
17. La quietud del alma no se asemeja a la bonanza que tantas veces vemos en el mar. Es una quietud activa, amorosa, que surge cuando se siente alcanzada por la mirada cautivadora de Dios.
18. Algunos sólo se conforman con las obras de sus manos. Los sabios de corazón sólo se conforman con las obras que hacen con las manos de Dios.
19. La razón por la que nos inclinamos ante los poderosos, al tiempo que somos prepotentes con el Humilde de corazón (Mt 11,29), es porque en el fondo nos parecemos mucho a aquellos, a los poderosos.
20. Nuestra boca está llamada a ser fuente de bendición o de maldición. El que sea una u otra depende de las aguas que corren por nuestro interior. Hay aguas dulces y aguas amargas.