Bóvedas de una iglesia

1. Cuando un hombre es alcanzado por Dios es imposible que se quede pasivo, viene a ser como un ser alado que necesita ir al encuentro de los demás para hacerles partícipes de su luz.

2. Todo aquel que, llevado por el Espíritu de Dios, penetra por medio de su Palabra en el seno de su Misterio, se convierte en instrumento divino que aumenta la calidad de vida de los que le rodean.

3. Todo encuentro de intimidad con Dios deja una especie de parálisis momentánea. Momentánea hasta que, de improviso, surge la urgencia de proclamar al mundo entero la Vida que le abraza.

4. Es necesario aumentar la algarabía e incluso la estridencia para constatar que estamos vivos. Nadie acepta ser un muerto viviente o, mejor dicho, un viviente ya muerto.

5. En toda discusión cada cual suele tener su parte de razón. Pobre de aquel que planta su tienda y se cierra a cal y canto en su parte, anulando así la posibilidad de tender puentes.

6. Nuestra vida es toda ella una peregrinación hacia Dios. Feliz aquel que, como dice el salmista (Sl 84,6), encuentra en Él la Fuerza para perseverar en su peregrinar.

7. La pasión inmortal por el Evangelio no es una meta, es el estado normal de quien ve cómo sus palabras van reproduciendo el Rostro de Dios en su alma.

8. La gratitud no se inventa ni se programa, nace espontánea ante el bien que recibimos de otro. ¡Cómo habrá de ser la gratitud hacia Dios por enviarnos a su Hijo para salvarnos!

9. Las mismas intuiciones del alma que nos mueven a buscar a Dios son las que, a su tiempo, nos posibilitan sacar del Evangelio su espíritu y vida. Absténganse los grandes de este mundo (Mt 11,25-27).

10. Hacer máximas promesas está al alcance de todos. Cumplirlas a costa de la propia vida sólo lo hizo Jesucristo. Murió y puso la Vida en nuestras manos.

11. Es buena noticia leer en el Evangelio que los demonios se sometían ante el poder de Jesús. Es buena noticia porque si se lo pedimos, someterá también a los nuestros que nos empujan al mal.

12. Hemos de pensar con qué ojos leemos el Evangelio y con qué oídos lo escuchamos, no sea que se nos escape la divinidad de Jesús que aletea entre sus líneas.

13. No hay mayor ejemplo de ciencia ficción que el que a un hombre le dé por decir al Creador del universo ¡Tú eres mi Padre! No es ciencia ficción, podemos decirlo a causa de la Encarnación de su Hijo.

14. El transcurrir de la vida nos enriquece, aunque también nos puede empobrecer existencialmente. Todo depende de si dejamos o no a Dios entrar en nuestra vida.

15. Nos quejamos de estas y aquellas circunstancias que han influido negativamente en nuestro proyecto de vida. Es un quejarnos bastante infantil, pues está en nuestras manos acoger la Circunstancia que eleva nuestra vida al infinito.

16. Vivimos de forma totalmente enfermiza la exaltación de lo sensorial con el peligro de no ser más que muñecos de guiñol en el circo de una sociedad tan vacía como inmisericorde.

17. El paso de Jesucristo por la vida de un hombre deja en él huellas que alimentan su sed de vida eterna. El paso del Príncipe del mal deja heridas que son hijas de la Muerte.

18. Hay dos ausencias que nos acechan: la nuestra y la de Dios. La nuestra es fuente de depresión, la de Dios viene en nuestra ayuda. Basta asomarnos a Él para comprobar que estamos llenos de vida.

19. Sólo el que sabe estar con Dios está capacitado para hacer su obra. El que no sabe estar con Dios tampoco sabe estar consigo mismo, y entonces ¿qué podrá hacer por el otro?

20. Hay bienpensantes que quizás para defender su mediocridad se creen autorizados para frenar el camino de los que siguen incondicionalmente a Jesús. Los mismos que hace dos mil años le insultaron en su camino hacia el Calvario.