
Fotografía: Mr.TinDC (Flickr)
1. La grandeza de la elección de María como Madre de los discípulos del Señor, reside en que, en nuestros desfallecimientos y caídas, se dirige a su Hijo y vuelve a decirle: ¡Mira que éste y aquel no tienen vino! (Jn 2,3), mírales, que se les está marchitando el alma.
2. La Iglesia, fiel a su Señor, está formada por multitud de corderos que cargan con el pecado del mundo (Jn 1,29). La alegría de estos corderos reside en que tienen las espaldas y el corazón del Cordero por excelencia. Jesús, su Señor, vive en ellos (Jn 17,26).
3. Señor Jesús, si tú me llamas a ser tu sarmiento, al tiempo que me garantizas tu savia para poder dar fruto agradable a tu Padre y también mío, qué puedo decirte sino: ¡Aquí estoy…, quiero vivir!
4. ¡Señor, no tenemos vino! La vida que hemos buscado con todas nuestras fuerzas se nos diluye en la mano; no nos dejes caer en el vacío. Y el Señor responde: Haced lo que Yo os digo, y lo que Yo os digo tiene un nombre: Evangelio.
5. Un hombre preguntó a un monje en qué consistía la oración perfecta. Éste, sonriendo, le dijo que todo residía en saber mirar a Dios con tal fuerza que, a un cierto momento, se llegue a tener la certeza de saberse con y junto a Él.
6. Son tantas las preocupaciones que se ciernen sobre nosotros, que podemos llegar a pensar que buscar a Dios es una pérdida de tiempo. Si así lo creemos, no estamos sino emprendiendo una huida hacia delante respecto a nuestros problemas.
7. San Pedro habla de un gozo transfigurado que experimentan los que creen y aman a Jesucristo (1P 1,8). Es transfigurado porque forma parte del alma, y fortalece de cualquier mal al que lo vive. Un gozo así no se compra como se compra una casa, un coche, etc., Dios lo regala a quienes le buscan.
8. Caminar por la vida con nuestra mirada fija en Dios. A algunos les parecerá algo absurdo e incluso ridículo. Es bueno saber que Moisés pudo cumplir la misión confiada por Dios porque caminó por el desierto “como si viese al Invisible” (Hb 11,27).
9. ¿Quién da crédito al Evangelio hoy día?, nos preguntamos a veces asustados. Esta pregunta ya la lanzó hace dos mil años San Pablo (Rm 10,15-16), y desde entonces la respuesta es siempre la misma: sólo los que tienen hambre y sed de Dios, de vida eterna.
10. Si nos creyéramos de verdad que la plenitud de nuestra vida está escondida en el Evangelio, la mayor parte de las publicaciones religiosas se pudrirían en las estanterías consumidas por la polilla.
11. ¡Bendito el hombre que se deja iluminar por la luz imperecedera que emana de la Palabra! (Jn 1,9), porque asistirá asombrado al desmoronamiento de las vigas que, nublándole la vista, le llevaban a juzgar y maltratar a su hermano (Lc 6,41-42).
12. Dios cambia el corazón de piedra en uno de carne a todo aquel que le busca de verdad. Tomando su corazón en sus manos, imprime en él su sello para poder decirle ¡tú eres mío! (Is 43,1).
13. “Al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios”, dice el salmista (Sl 50,23). Verá la salvación porque sabrá que Dios camina con él, a su lado, y con su mano tendida por si cae.
14. Sólo el que ha aprendido a descansar en Dios tiene el sosiego para esperar en Él. Mas ¿cómo descansar en Dios si la soberbia arraigada en el corazón nos lleva, como bestias apaleadas, de un lado a otro buscando tronos que al final son de paja? Sin embargo, Jesús promete el descanso del alma (Mt 11,28-30).
15. Una vez leí en un cementerio esta máxima: “Aquí se acaba el orgullo y la vanidad”. No está mal. Pero prefiero el canto de victoria que todo discípulo de Jesús debería llevar en su lápida: “Aquí empezó mi gloria inmortal y eterna”.
16. Existe el perdón al otro que traza unas líneas que ese otro no puede traspasar; existe el perdón prepotente y humillante, y también el perdón de conveniencia, una especie de mutuo acuerdo para evitar complicaciones. Existe, por fin, el perdón lleno de amor, éste es propio de Dios y de los discípulos de su Hijo.
17. El que se vuelve o quiere volverse a Dios con corazón sincero está engrandeciendo su talla humana a una altura inconcebiblemente grande. Sí, porque es de esto de lo que anda escaso nuestro mundo, de corazones vueltos hacia el Dios vivo.
18. ¿Podemos alabar y bendecir a Dios sin ser conscientes de lo que ha hecho y hace por nosotros? Podríamos, sí, pero sería una alabanza y bendición de manual, sin alma ni corazón. El corazón y el alma de toda alabanza a Dios se hacen visibles cuando tenemos conciencia de lo que ha hecho por nosotros.
19. De Dios venimos y a Dios vamos. He ahí un refrán tejido desde la más genuina espiritualidad de los que nos precedieron. Tenemos, sin embargo, que preguntarnos qué significa eso de “de Dios venimos y a Dios vamos”, y nadie como el Evangelio para explicárnoslo.
20. Goliat, figura del poder del príncipe de este mundo, fijó sus ojos en David con la prepotencia de quien se cree aplastantemente superior. El pobre hombre, nunca mejor dicho lo de pobre hombre, no sabía que también Dios había fijado sus ojos en David porque estaba exponiendo su vida por Él (1S 17,42…).