«Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?» Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible».» (Mt 19, 23-26)
Tu imposible
Me enamoré de tu imposible.
Escuché tu voz que me hablaba de una forma de vivir que superaba todo sueño y era inalcanzable para mis pobres fuerzas.
Te oí hablar de amar a los enemigos, de ser feliz en la tribulación, de vivir sin medio; imposibles de mi vida que tu llamabas posibles.
Sigue siendo hoy un sueño, pero un pequeño destello de luz que crece cada día en mí me confirma que puede ser cierto.
Camino, cada día, mirando ese imposible y he hecho de atraparlo, de hacerlo posible, mi razón de vivir: la fuerza que me impulsa, la luz que no dejo de mirar.
Y, a cada paso, tu mirada, tus ojos que me confirman que se puede lograr.
La esperanza que toco con mis manos y mi vida, la certeza de que no nos engañas, la seguridad de que tu promesa es verdad.
«Así dice Yahveh Sebaot: Si ello parece imposible a los ojos del Resto de este pueblo, en aquellos días, ¿también a mis ojos va a ser imposible?, oráculo de Yahveh Sebaot. Así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo salvo a mi pueblo del país del oriente y del país donde se pone el sol.» (Za 8, 6-7)
«Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».» (Jn 10, 4-5)
Líbrame
Líbrame de mí misma, Señor.
Líbrame de esa voz que suena dentro y que dirige mi vida y mi voluntad.
Entra por la puerta de mi alma, y llámame, para que tu voz sea más fuerte que la “otra voz”.
Sopla con tu voz sobre las cenizas muertas del espacio por el que tantas veces transito y que se empeña en atraerme hacia sí.
Sácame con tu voz de allí, mi Dios y recuérdame que un día elegí seguirte porque tus palabras se fundieron con mi alma y mi voluntad aprendió a crecer cada mañana en tu escuela de vida.
Dime que no, Señor, que lo que creo que escucho no es la verdad. Enséñame a elegirte sin esfuerzo, a seguirte sin renunciar, a tomar el camino y dejarme ceñir la cintura por ti.
Pero tú me dices, confía, persevera, háblame, reza, dime que de verdad lo quieres y haré que tu vida sea nueva.
Dame tu mano y caminemos, déjame que pueda mirarte y escucharte y enséñame que tú, siempre entras por la puerta y que llegará un día, en el que, de entre todas las voces, sólo escucharé tu Voz.
«Se engañan unos a otros, no dicen la verdad; han avezado sus lenguas a mentir, se han pervertido, incapaces de convertirse. Fraude por fraude, engaño por engaño, se niegan a reconocer a Yahveh.» (Jr 9, 4-5)