
Fotografía: Eduardo (Flickr)
Los últimos años han sido especialmente dramáticos para el derecho a la vida del no nacido, un hecho del que me gustaría subrayar dos puntos. Por un lado, el número de abortos antes de la reforma de la ley era ya muy elevado. Lo que se ha pretendido es legitimar algo que antes también se hacía, pero de una manera más clandestina. Por otro lado, el silencio ante la situación de desprotección del nasciturus se ha roto gracias a la creciente actividad de las asociaciones provida. Estas hacen una destacada labor, pero a veces se ha perdido tiempo condenando, en vez de aprovecharlo para explicar. Ahora, algunos a los que se criticaba ya no están y sigue habiendo abortos. Dos o tres afirmaciones gratuitas -y la ayuda de los medios de comunicación- han servido para derrotar a cientos de argumentos en favor de la vida, una circunstancia que debería de hacernos recapacitar.
El nuevo gobierno que empezará a ejercer dentro de poco en España va a tener un toro muy bravo que lidiar con la crisis económica. Esperemos que no sea pretexto para no afrontar el terrible problema de la defensa del no nacido, que afecta a los derechos fundamentales de nuestra sociedad. La mayoría absoluta que le han otorgado los votantes españoles, les obliga a no mirar hacia otra parte. Durante la campaña electoral y ante la tibieza y, al parecer, las dudas que tenían acerca de cómo afrontar el aborto en su programa electoral, algunos afines al partido que antes habían atacado con fuerza la reforma de la ley del aborto, comenzaron a excusar la actitud de su partido, un hecho que me parece lamentable.
En un país en el que todo es blanco o negro, es de derechas o de izquierdas, el objetivo debería ser excluir de esta dualidad el derecho a nacer, porque si depende del partido que gobierne y de sus intereses electorales, habremos conseguido muy poco. Es necesario inculcar que según la ciencia -no la religión-, desde el momento de la concepción existe una vida que todos debemos proteger.