Cristo en el Templo

Cristo en el Templo (Heinrich Hoffmann)

Sobre el Evangelio de Lucas

Yo no sé cómo escribir esto, porque no hay quien lo entienda… Fue un despiste tan monumental por parte de todos que es incomprensible. Que Jesús se quedara en el templo de Jerusalén sin decir nada y que sus padres después de una jornada de camino a Nazaret, no se dieran cuenta… ¡Me lo expliquen!

María exageró cuando se lo contó a Lucas o Lucas lo infló cuando lo escribió, porque no es normal… ¿12 horas sin percatarse? ¡Venga ya, Lucas!, ¡Que no tenían 18 hijos y uno se despista! Cómo se nota que no eres madre…

¿Y tres días buscando al Niño? Yo creo que esto del número tres tiene otro significado muy especial: “A los tres días apareció y, ¿a los tres días resucitó?”… Pues tantos días da lugar a pensar en un secuestro, pero sigamos la historia. Se hizo tan tarde cuando se volvieron (no iban en caballo de carreras) que al no encontrarle por las calles… A la posada ¡A no dormir, por supuesto!

Y fueron al templo donde habían estado el último día con Él, en Pascua. La alegría al verle fue tan monumental como el despiste. Allí estaba Jesús, tan contento, sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles… Todos se asombraban de su inteligencia; sus padres igualmente admirados, se quedaron un rato escuchando a su Hijo. Al finalizar, su Madre le dijo: ¿Por qué has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando muy angustiados (y descompuestos).

Lo mejor fue la respuesta de Jesús… ¿Por qué me buscabais?, ¡No, si te parece nos olvidamos de ti y a otra cosa mariposa! Anda que Jesús también… -cosas de preadolescente, que no se dan cuenta de la que organizan- ¿No sabíais que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?… Les “remató”. No entendían una palabra, pero María guardaba estas cosas en su corazón.

¡Ay, Jesús!, desde pequeño ya enseñabas un carácter fuerte y no sin razón querido Jesús, no sin razón… ¡Pero qué susto más grande les diste!

Regresó con ellos a casa (volvía al mundo del hombre, para estar junto a él), sumiso y sin decir palabra, pues ya había hablado como Hijo de Dios. Pienso que su Padre celestial también le echaría una bronca ¡que para qué! Porque mi niño, aunque tu Espíritu te llevara a querer saborear los Profetas de tu Padre, aún eras muy joven para andar solo entre los que después te matarían.

Este acontecimiento tan importante para el cristiano, no sin pena y angustia para unos padres, demostraba sin duda que Jesús, ese Niño Nazareno de 12 años, era nuestro Dios en los comienzos de su Nuevo Testamento.