

Año: 1994
País: España
Duración: 101 min.
Género: Drama
Categoría: Congregaciones
Edad: TP
Director: José Luis Garci
Guión: José Luis Garci, Horacio Valcárcel
Música: Manuel Balboa
Fotografía: Manuel Rojas
Reparto: Fiorella Faltoyano, Amparo Larrañaga, Maribel Verdú, Alfredo Landa, Carmelo Gómez, María Massip
Finales del siglo XIX. En la puerta de un convento, situado en algún lugar de Castilla, dejan abandonada a una niña recién nacida. Las monjas acogen con entusiasmo a una criatura que despierta en ellas mucha ternura. La pequeña es adoptada por el médico rural que las visita, don José, quien decidirá confiarles el cuidado y la educación de su hija.
José Luis Garci adapta la obra teatral homónima firmada por Gregorio Martínez Sierra, cuya autoría es cuestionada por algunos especialistas, atribuyéndosela en gran medida a su mujer, María Lejárraga. Este melodrama recoge la quietud de la vida contemplativa, exponiendo con sosiego el transcurrir del tiempo en el seno de una congregación. No hay duda de la capacidad de riesgo de Garci, tanto a la hora de abordar una temática inusual en el cine español de las últimas décadas como por la pausada narración y el marcado sentimentalismo del relato.
El acercamiento del cineasta a la historia es sincero, haciendo buena la frase «saber mirar es saber amar», apuntada en la película. Consigue dotar de humanidad y vigor a cada uno de sus personajes, bien interpretados por el reparto, salvo alguna excepción. En el apartado actoral sobresalen Fiorella Faltoyano, como la madre superiora, y un gran Alfredo Landa, componiendo a un cascarrabias muy noble, secretamente enamorado de la abadesa. El médico al que da vida representa el único contacto de las religiosas con el exterior.
El guión fue escrito por Garci, conjuntamente con su colaborador habitual Horacio Valcárcel. Valiéndose de metáforas, como la de un pajarillo enjaulado, nos presenta una trama desarrollada en dos periodos, separados entre sí por dieciocho años. El desenlace se dilata en exceso, aunque precisamente en este tramo final asistimos a un espléndido travelling, que constituye el momento cumbre del film.
La producción se rodó en los monasterios burgaleses de Silos y de Santa María de la Vid. Fue llevada a cabo con un cuidado trabajo artesanal, fruto de la oportuna labor de los distintos departamentos artísticos. Mención especial merece la inspirada fotografía en tonos ocres de Manuel Rojas, que mereció uno de los cinco Goyas cosechados por la cinta, la mayoría de ellos técnicos. Asimismo, el título fue galardonado en el Festival de Montreal, con el Gran Premio Especial del Jurado y el correspondiente a mejor director.