

Año: 2009
País: Francia, Bélgica, Canadá
Duración: 105 min.
Género: Drama
Categoría: Laicos
Edad: +7
Director: Eric-Emmanuel Schmitt
Guión: Eric-Emmanuel Schmitt
Música: Michel Legrand
Fotografía: Virginie Saint-Martin
Reparto: Michèle Laroque, Amir Ben Abdelmoumen, Max von Sydow, Amira Casar, Constance Dollé
Oscar es un niño de diez años, aquejado de un cáncer terminal. El chiquillo se siente desamparado, porque sus padres no se atreven a explicarle la gravedad de su estado, atenazados por el miedo y la desesperación. Un día llama su atención una malhablada vendedora de pizzas, que acude al hospital infantil donde está ingresado, para promocionar sus productos. Oscar manifestará su deseo de volver a verla y el doctor Dusseldorf se ocupará de convencerla, ofreciéndole un trato beneficioso para ambas partes. Rose, como así se llama la implicada, no acogerá con agrado el encargo de visitar a un crío enfermo de leucemia, pero sus prioridades irán cambiando a medida que lo va conociendo.
El dramaturgo francés Eric-Emmanuel Schmitt adapta su propia novela Oscar et la dame rose, en su segunda incursión cinematográfica hasta la fecha. La película cuenta la historia de un muchacho desatendido por sus progenitores, que se fija en una eventual visitante de su hospital. Aunque esta tiene malos modales, a Oscar le gusta que sea directa y diga lo que piensa, al contrario de lo que hacen los demás, incapaces de ser sinceros con él. Rose despertará su imaginación narrándole épicos relatos sobre luchas y le animará escribir a Dios, para expresarle sus anhelos y vivencias.
La dolorosa experiencia retroalimentará a una áspera mujer, con dificultades para comprometerse y exteriorizar sus sentimientos, al menos, hasta entonces. Pese a sus reticencias iniciales, su tarea no se limitará a meros encuentros puntuales, sino que consistirá en ayudar a morir al chico, revelándole el sentido de la existencia. Le propondrá la original idea de afrontar cada día como si representara una década de su vida, por lo que el chaval deberá enfrentarse a la adolescencia, la juventud o a las responsabilidades de la treintena. De este modo, el drama inherente al film, convive con la magia de otros momentos. Las crónicas sobre combates de Rose, por su parte, están escenificadas con un estilo surrealista, que no termina de cuajar dentro del conjunto.
No es sencillo dar con el tono adecuado para una cinta de estas características, cuya temática es similar a la de Vivir para siempre. Sin embargo, Schmitt sabe medir los tiempos, aportando las oportunas dosis de humor y un dramatismo que no cae en la sensiblería.
El director creció en una familia atea y anticlerical, convirtiéndose al catolicismo tras una experiencia mística en el desierto del Sáhara, cuando tenía veintinueve años. En esta obra indaga sobre cuestiones trascendentales, desde una perspectiva cristiana, de una manera clara y sin caer en simplificaciones. A través del personaje de Rose proporciona a Oscar un peculiar ángel de la guarda, que le mostrará el camino para apaciguar sus temores, depositando su esperanza en Dios. Le invita a efectuarle peticiones, no como si el destinatario fuera Papá Noel, sino centrando sus solicitudes en aquellas que puedan reconfortar su alma. Otro argumento de interés, reside en la distinción establecida entre el dolor físico, a veces inevitable, y el espiritual, al que sí podemos plantar cara.
En el notable resultado de la propuesta tiene mucho peso el gran trabajo de su dúo protagonista, conformado por el jovencísimo belga Amir Ben Abdelmoumen y la actriz gala Michèle Laroque. Su labor está secundada por el incombustible Max von Sydow, cuya presencia redondea este conmovedor largometraje, acerca del poder transformador del amor y la fe.