Año: 1994
País: Francia
Duración: 116 min.
Género: Drama, Biográfico
Categoría: Santos y beatos
Edad: +7
Director: Jacques Rivette
Guión: Pascal Bonitzer, Christine Laurent
Música: Jordi Savall
Fotografía: William Lubtchansky
Reparto: Sandrine Bonnaire, André Marcon, Jean-Louis Richard, Marcel Bozonnet, Patrick Le Mauff
Mientras el Delfín de Francia es coronado como Carlos VII, la gloria de Juana, tras sus victorias durante la guerra de los Cien Años, se revela efímera. Incapaz de escuchar con claridad las voces que la llevaron a conducir al ejército francés a la victoria, a la vez que inmersa en el doloroso trance de la derrota, es capturada por los borgoñeses y entregada a los enemigos ingleses. La joven pasará a estar confinada en una prisión en Ruán, donde será procesada, bajo la acusación de herejía.
Esta continuación de Juana de Arco I – Las batallas, fue rodada sin interrupciones con respecto al capítulo inicial. Lógicamente conserva las virtudes y defectos de su predecesora, ya que la división entre ambas partes, únicamente, respondía a una mejor distribución comercial de una obra de dilatado metraje. Por tanto, en su debe vuelve a estar la pobre escenificación de las batallas, tan escasas de extras, que minan el realismo del largometraje. El realizador galo Jacques Rivette, debería haber prescindido de ellas mediante una elipsis.
Las bondades de la película, sin embargo, son incluso mayores que las aportadas por la primera parte, pues brilla aún con más fuerza la intensa interpretación de Sandrine Bonnaire. En su representación de Juana, el espíritu jovial de la muchacha, irá tornándose en uno más atormentado -fruto de las dramáticas circunstancias-, aunque siempre confiado en Dios.
Jacques Rivette dirige con sobriedad y un cierto aire teatral, que guarda ciertas similitudes con la versión de Otto Preminger, Santa Juana (La dama de hierro). Rivette ofrece un riguroso relato, cimentado en la brillantez de sus diálogos y en una hábil puesta en escena. Destaca la introspección del personaje de una Juana, temerosa e incapaz de inspirar a los demás como hacía en el pasado, pero que conserva su determinación e inquebrantable fe.
