Albert Einstein

Albert Einstein

Con más frecuencia de la que nos gustaría, llegan a nosotros noticias sobre productos tóxicos. Aquellos que por su composición son perjudiciales para las personas y/o el medio ambiente. La lista de sustancias tóxicas puede llegar a ser interminable y afectan a la mayor parte de la actividades en las que nos desenvolvemos diariamente: alimentación, hogar, trabajo, transporte, higiene; y en productos tan utilizados como geles de baño, lociones y cremas hidratantes para la piel, desodorantes, perfumes y fregasuelos.

La veracidad de la información puede llegar a ser angustiosa para algunas personas que no saben cómo protegerse de sus efectos perjudiciales. Pueden llegar a sentir que han perdido el control de su vida porque en todo hay algo que les daña.

¿Has dejado entrar en el círculo de tu vida algún elemento tóxico?

No dejes que la acción de la “gente tóxica” te perjudique. «El que no se alegra de tus avances que diga lo que quiera, tú prosigue hacia alcanzar tu meta, no te amarres a quienes no se alegran con tus éxitos».

Aquel despedido de un periódico por su falta de imaginación y buenas ideas, no se dejó intoxicar. Se llamaba Walt Disney. Y el jugador de baloncesto que confesó haber fallado 9 mil tiros libres y los 26 tiros ganadores que le confiaron sus compañeros, tampoco. Se llamaba Michael Jordan. El niño que a los 4 años no hablaba correctamente y hasta los 7 no aprendió a leer, diagnosticado casi como deficiente mental, lento y antisocial. Era Einstein. En sus primeros años, los maestros dijeron de él que era “demasiado estúpido para aprender cualquier cosa”. Expulsado de sus dos primeros trabajos por ser poco productivo. Su nombre era Thomas Edison.

Acertados o no esos diagnósticos, lo importante es que no fueron un impedimento para continuar adelante. Controlaron su vida y rechazaron la toxicidad de esas ideas y tras un conjunto de tareas en las que tuvo cabida un proceso de desintoxicación mental, emocional y espiritual se determinaron a ser la mejor versión de ellos mismos.

A veces, nuestro pasado se hace más presente de lo que quisiéramos recordándonos con voces como éramos o lo que hicimos o dejamos de hacer. No malgastes tu tiempo en un diálogo con él. No dejes que eche el ancla en tu vida. No te encadenes. Tú tienes la llave, adelante.

Aquellos que te presentan tu currículum pasado para recordarte lo que fuiste, no le dediques tiempo en detenerte a evaluar sus intenciones. Mejor dedícate tiempo a ti mismo, en valorarte. No te detengas a evaluar ni a entender a nadie que pretenda dañarte con oscuras intenciones. Tu propósito nunca debe ser dedicar tiempo a entender, y menos a exculpar las actitudes de los otros. Detente, aléjate, consigue la visión necesaria y continúa adelante hacia la meta.

¿Cuántas palabras nos frenan y nos aletargan? En ocasiones, nos paraliza una simple burla, «el lenguaje de los acomplejados ignorantes para sentirse sabios». No hagas caso a ese tipo de comunicación hiriente que no aporta nada constructivo. Si llega el momento, incluso, «lávale los pies a los otros pero después cálzate y sigue caminando».