Cena de Emaús

Fotografía: Lawrence OP (Flickr)

Hace unos días un comentario sobre la localización de la aldea de Emaús (capítulo 24 de San Lucas) apuntaba la dificultad de la localización de la misma, los entendidos no se ponen de acuerdo, aun que otros la sitúan en alguna localidad actual cercana a Jerusalén. Los que han ido a algunos de los viajes a Israel podrán decirnos si la han visitado, quizá no se encuentre en la ruta organizada, y esto me parece muy mal, porque el recorrido de aquellos dos es algo que han hecho muchos de los cristianos de siempre y los actuales también.

En realidad quizá sería mejor que no existiera geográficamente, porque esta pequeña aldea se merece estar perfectamente en el corazón y en la mente de muchos de nosotros.

¿Aquellos dos discípulos, como otros, estaban abandonando el barco ante lo que había sucedido en Jerusalén. “Nosotros esperábamos…” decían, pero la verdad es que estaban seguros que todo había terminado y volvían a sus casas desesperanzados.

En nuestra vida de hombres y mujeres de fe ¿quién puede decir que no ha vivido situaciones parecidas a esta?: “nosotros esperábamos que esto fuera otra cosa”, “yo creía que esto no era así”, “con todo lo que yo he hecho, ¿cómo es posible que Dios permita que me pase esto?”. Todas esas preguntas y reflexiones que nos podemos hacer son las mismas que el “nosotros esperábamos…” de Cleofás y del otro compañero del que no sabemos el nombre.

Muchas veces pedimos a Dios cosas que queremos que Él cambie, y como no se producen, creemos que no nos escucha, y no nos enteramos todavía que Él no va a cambiar nada, bueno sí, lo único que quiere cambiar es nuestro corazón, para que veamos las cosas de otra manera y eso no estamos dispuestos a hacerlo. Pedimos a Dios milagros y el único milagro que quiere hacer es cambiarnos a nosotros.

Los dos del evangelio hicieron algo muy bien, invitar al caminante a que se quedara con ellos, y eso lo cambió todo, lo reconocieron en el gesto sencillo de partir el pan y de compartir lo que tenían.

Seguir invitando a Jesús a que se que de con nosotros es la clave del asunto, pero por favor, no esperes cosas, sino que aumenta tu generosidad para que sabiendo lo que él te pide estés dispuesto a dárselo.

Feliz tiempo pascual.