

Año: 1992
País: Francia
Duración: 109 min.
Género: Drama, Romance
Categoría: Películas con valores
Edad: +18
Director: Éric Rohmer
Guión: Éric Rohmer
Música: Sébastien Erms
Fotografía: Luc Pagès
Reparto: Charlotte Véry, Frédéric van den Driessche, Michel Voletti, Hervé Furic, Ava Loraschi
Durante unas vacaciones de verano, Félicie vivió un romance con Charles del que nació Elise. El padre desconoce la existencia de su hija, porque Félicie se equivocó al darle su dirección. Cinco años después, la joven añora en París un improbable reencuentro.
Éric Rohmer logró una de sus mejores películas con este segundo título de la serie de Cuentos de las cuatro estaciones. Se trata, además, de la obra más espiritual del cineasta católico, junto a Mi noche con Maud. Ambas transcurren principalmente en invierno y brevemente en verano, aunque en sentido inverso.
La historia está protagonizada por una chica inmadura e impulsiva, que duda entre el afecto de Maxence, que es el dueño de la peluquería donde trabaja, y de Loïc, un intelectual católico con el que no comparte convicciones ni intereses culturales. Ella, en realidad, no ama a ninguno de los dos, para mayor frustración de ambos. Todavía no ha olvidado su amor de verano idealizado con Charles y no pierde la esperanza de poder retomarlo algún día.
Pese a su embarazo no deseado, Félicie tuvo a su hija, no por principios religiosos, sino porque considera que lo contario hubiese sido ir en contra de la naturaleza y, por otra parte, la pequeña Elise es su único recuerdo de Charles. La niña será la que le lleve a la catedral de Nevers en Navidad, deseosa de ver el pesebre. Félicie se sienta allí a meditar y vive una experiencia que le transforma. Es entonces cuando comienza a ver todo con claridad. Como en Ordet, de Dreyer, la fe de los niños es la que conduce a los mayores hacia la luz.
Félicie se reafirma al asistir, junto a Loïc, a una representación de la obra de Shakespeare Cuento de invierno. En la función teatral, el personaje de Hermione resucita y Félicie se siente interpelada por ese retorno casi imposible. La escena consolida una fe espontánea y no instruida, que difiere de las creencias más racionales de Loïc. En su conversación de regreso a casa salen a la palestra Pascal, cuyas tesis se discutían en Mi noche con Maud, y Platón.
Las cintas de Rohmer se estructuran mediante largos diálogos -con frecuentes reflexiones intelectuales- y personajes con sus contradicciones, a los que el realizador observa desde la distancia, sin juzgar, pero sin dejar de aportar una sutil perspectiva moral, mostrando las consecuencias, positivas o negativas, de las decisiones de cada uno. La naturalidad que busca, a partir de las propias interpretaciones, dota a Cuento de invierno de un misticismo cotidiano, diferente al de Dreyer. Su milagro no consiste en si Félicie acabará encontrando o no a Charles. Su milagro está en que encuentra la fe.