

Año: 2005
País: Reino Unido, Alemania
Duración: 115 min.
Género: Drama
Categoría: Películas cristianas
Edad: +18
Director: Michael Caton-Jones
Guión: David Wolstencroft
Música: Dario Marianelli
Fotografía: Ivan Strasburg
Reparto: John Hurt, Hugh Dancy, Dominique Horwitz, Louis Mahoney, Nicola Walker, Steve Toussaint
Joe Connor da clases en Ruanda como voluntario de una ONG, en la escuela regentada por el padre Christopher. La situación del país se complica y el centro se convierte en un improvisado refugio para miles de tutsies que huyen de sus verdugos. El lugar está protegido por una unidad de soldados de la ONU, que observa con pasividad el problema. La única posibilidad de sobrevivir que tienen los acogidos reside, precisamente, en que los cascos azules no les abandonen a su suerte, puesto que extremistas hutus les rodean armados con machetes.
Esta estremecedora historia, basada en hechos reales, fue escrita por David Wolstencroft, a partir del argumento de Richard Alwyn y del periodista David Belton. Este último cubrió el genocidio de Ruanda como reportero de la BBC y allí conoció al sacerdote católico Vjeko Ćurić, un hombre que le salvó la vida a él y a numerosos ruandeses. El clérigo inspira el personaje del padre Christopher en esta película, dirigida por Michael Caton-Jones, que aborda el mismo episodio recogido por la también notable Hotel Rwanda, estrenada un año antes.
El largometraje denuncia la actuación de la ONU y, por extensión, la apatía occidental hacia un exterminio que asoló Ruanda en 1994. La tragedia es narrada con imágenes muy sórdidas, desde el punto de vista de un joven idealista, interpretado por Hugh Dancy. El padre Christopher, por su parte, constituye el soporte moral y emocional de los refugiados de su escuela. Está representado por un soberbio John Hurt, quien contaba con unas inmejorables referencias para el papel, pues es hijo de un sacerdote anglicano y hermano de un monje católico.
El rodaje se desarrolló, casi en su totalidad, en los mismos escenarios en los que acontecieron los sucesos, con la participación de varios supervivientes ruandeses. Esto aumenta el realismo de una cinta sobre la deshumanización llevada hasta el extremo, que honra la actitud de Vjeko Ćurić, presentándola como luminoso contrapunto del desinterés de aquellos que miraron hacia otro lado.
El legado de Vjeko Ćurić
El misionero franciscano Vjekoslav «Vjeko» Curic, de nacionalidad bosnia, llegó a Ruanda en 1983. En tierras africanas realizó una encomiable labor humanitaria, especialmente durante el genocidio. Tuvo una posición imparcial en el conflicto entre hutus y tutsis, salvando a miembros de las dos etnias enfrentadas. Considerado como mártir de la Iglesia católica, Juan Pablo II alabó su esfuerzo para «rescatar y ayudar a sus semejantes por la gloria de Dios y el amor al prójimo».