1. La calidad y también medida de nuestro amor a Dios está en proporción directa con la confianza que tenemos en el Evangelio de su Hijo tal y como es, “sin retocarlo”.
2. “La Palabra es la luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Jn 1,9). Sólo interiorizándola podremos aventurarnos por caminos que no conocemos, los de Dios (Is 2,16).
3. Allí donde hay un discípulo del Señor Jesús, se hace sentir su Presencia y también la luz de su Evangelio.
4. El mayor y más sorprendente don que Dios nos da es que, para nuestra sorpresa, haga posible una relación de amor con Él.
5. Las quimeras –dioses y señores de la tierra (Sl 16,3)- no sólo no satisfacen al hombre, sino que lo empequeñecen a la altura de las veleidades que esos dioses les inculcan.
6. Proyectos y más proyectos, así se nos va yendo la vida hasta que los inconformes se asoman a su alma y terminan diciendo: ¡Mi proyecto eres tú, Dios mío!
7. Discípulo de Jesús es aquel que no se preocupa tanto de saber a dónde va sino con quien. Abraham salió de su tierra sin saber adónde iba, pero fiándose de la mano de quien le llevaba.
8. Guardar la Palabra en el corazón, a veces contra toda esperanza, hasta que sentimos cómo de ella brotan la Fuerza y la Sabiduría de Dios. He ahí la raíz de la fe y de la fidelidad.
9. Buscador de Dios es aquel que va al Evangelio con el fortísimo deseo de encontrar en él la Vida que sabe que no tiene. “En la Palabra estaba la Vida” (Jn 1,4).
10. La mayor herida que Satanás puede infligir a un hombre es inducirle a expulsar a Dios de su campo como si fuera un extraño. Es tal el daño que se hace que hasta el alma protesta.
11. A veces entramos en una Iglesia y nos dirigimos al Sagrario para estar con el Señor. Quizás sería mejor entender que es Él quien quiere estar con nosotros para llenar nuestras soledades.
12. Cada vez que la Voz inmaterial de Dios se desliza por nuestras entrañas, todos nuestros sentidos se conectan hacia Él al compás de una melodía inédita salida de nuestras profundidades.
13. Que un hombre pueda llegar a poner su vida, tanto cuando sale el sol como cuando se oculta, en manos de Dios su Padre, denota una riqueza existencial sublime.
14. Quiero, Señor, como el publicano, plantarme a las puertas de tu Casa, pues sé que tienes especial predilección por los humildes de corazón, los que no justifican sus faltas.
15. Cuando un hombre hace la experiencia de que Dios ha sido fiel con él cumpliendo su Palabra en su vida, surge imperiosa en su interior la necesidad de ser fiel a su voluntad.
16. Sé, Señor, que en lo más recóndito de mi ser, allí donde he vetado la entrada a toda ambición, envidia y maledicencia, es donde estás realmente a gusto conmigo.
17. Dice el hombre orante a Dios: Hoy van a pasar cosas grandes porque estamos juntos. Hoy, no mañana, hoy hay entre nosotros amores de los que disfrutar.
18. Cuando Jesús nos dice que guardemos sus palabras en el corazón no nos está dando una norma, sino que nos está revelando el secreto para llenarnos de su Sabiduría.
19. Todos somos visitados por el sufrimiento, mas no todos se sobreponen a él. Tener a Dios no como una fórmula o tesis, sino como Padre: he ahí la garantía de que el mal nunca podrá prevalecer sobre nosotros.
20. Un hombre habitado por Dios puede caer mil veces, mas siempre tendrá fuerza y ánimos para hablar con Él y retomar el camino.