1. La fe jamás destruye nuestra autonomía, por el contrario, la hace mucho más consistente y creativa. La fe armoniza lo que somos: alma y cuerpo.
2. En su encarnación Jesús luchó con todas sus fuerzas por nuestra dignidad. Cuando vio que sus esfuerzos eran inútiles se dejó crucificar. A los pies del Calvario todo hombre encuentra su dignidad perdida.
3. Los verdaderos discípulos de Jesús son embajadores de su ternura en el mundo. Lo son porque allí donde hay un discípulo la ternura de Dios se hace presente.
4. Cuando el alma duele, duele hasta el desfallecimiento. Sólo nos queda mirar a Dios y gritar con el salmista: “¡Alegra el alma de tu siervo, pues la levanto hacia ti!” (Sl 86,4).
5. Un hombre espera de Dios en la medida en que cree en Él. Poco o nada espera el que no tiene conciencia de que Dios le puede resucitar, tal y como resucitó a su Hijo y Señor nuestro.
6. El Señor se hizo Presencia en el Sagrario para sostenerte en tu debilidad, levantarte en tus angustias, y también para llenar tu soledad.
7. Todo aquel que enseñado por el Espíritu Santo capta la belleza del Evangelio, tiene ya el alma a punto para penetrar en la belleza infinita de Dios.
8. “Desde la nube se oyó la Voz de Dios” (Mt 17,5). La nube es como el libro de las santas Escrituras. Si desde sus entrañas no resuena la Voz de Dios, no es más que un libro como la nube no es más que una nube.
9. Dice san León Magno que el que se mantiene en el amor de Jesucristo vencerá lo que Él venció. Someteremos, pues, el mal igual que lo sometió nuestro Señor.
10. Es normal que en nuestra vida vivamos épocas de confusión. El problema es cuando ésta se hace crónica. Abramos nuestros oídos a Aquel que proclamó: “La Verdad os hará libres” (Jn 8,32).
11. Vivir con la mirada no fugaz, sino fijamente puesta en Jesús, es participar de su Luz. Sus ojos irradian la gloria y el resplandor de Dios, su Padre.
12. Somos proclives a satisfacer por nuestra cuenta los propios deseos, sin percatarnos de que el mismo Jesús los tiene en cuenta y nos los satisface, pero limpios ya de toda clase de herrumbre.
13. Hay días en los que la angustia se reviste de fatiga insoportable. También los vivió Jesús, pero Él jamás se separó de su Padre para salir victorioso en todas sus pruebas.
14. Un discípulo de Jesús es como la zarza que Moisés vio arder en el desierto (Éx 3,1-6). Arropado por el Fuego de Dios, de su corazón ardiente resuena su Palabra.
15. Los necios no sólo van tras las ofertas de los que venden quimeras, sino que pagan un alto precio por ellas. Tan alto que su calidad de vida queda seriamente deteriorada.
16. El Evangelio ofrece a los que lo aman y escuchan, el mayor don que una persona puede recibir de Dios: la posibilidad de comunicarse con Él de tú a tú.
17. El sabio según el mundo sabe de casi todo menos de sí mismo. El sabio según Dios sabe de su alma y, sobre todo, de Aquel que habita en ella.
18. Sólo Jesús que venció al Príncipe del mal tiene poder para conducirnos hacia la libertad. Sus discípulos son libres incluso frente a su muerte, porque la tienen ya sometida.
19. Frente a una sociedad que se autoconvence de que es inmensamente feliz, el discípulo de Jesús es poseedor de la alegría que nadie podrá jamás arrebatarle (Jn 16,22).
20. El hombre puede vivir impulsado por el Aliento de Dios o por el suyo. El de Dios es Vida, el suyo algo de vida hasta que se muere. Tú escoges.