1. Voy a empezar mi carrera, voy a emprender un negocio… Me pregunto cómo tendremos crecido nuestro espíritu cuando nos toque decir: voy a empezar a morirme.
2. Los que se preguntan quién es Dios con la boca pequeña nunca lo encontrarán. Los que le busquen con deseo y pasión llegan incluso a palpar su Rostro en su Palabra.
3. Aquel joven se acercó a Jesús creyéndose bueno y cumplidor de todo; Él le abrió los ojos al decirle: te falta lo más importante: amar a Dios más que a ti mismo y a tus cosas (Mt 10,21). El joven se alejó…
4. “Aléjate de mí, que soy un hombre pecador”, dijo Pedro a Jesús al ver su poder sobre el mar (Lc 5,8). ¿Que me aleje de ti? ¡Me he hecho uno contigo, a tu lado, para salvarte!
5. Somos tan suicidas que ponemos nuestra vida en manos del des-precio, por lo que llegado el momento, somos prescindibles. Dios te tasa como precio infinito: el de la vida de su Hijo.
6. El que no sabe escuchar a Dios tampoco sabe saborear su Palabra y, por supuesto, siempre encontrará razones para no hacer su voluntad. Escuchar y saborear a Dios lo es todo en el hombre.
7. La zarza ardiente que cautivó a Moisés en el desierto, y desde la cual recibió la misión de sacar a Israel de Egipto, está también a nuestro alcance. Dios es Fuego en el Evangelio.
8. El que valora la Vida más que su vida está en condiciones de alcanzar la pasión inmortal que engendra el Evangelio. Sabrá lo que es amar y ser amado por Dios.
9. Una de las mayores conquistas que podemos hacer los hombres es la de crear dentro de nosotros un recinto privado en el que nos encontremos tú a tú con Dios.
10. Un hombre de Dios se reconoce inmediatamente, haga lo que haga, esté donde esté. Algo especial tiene, como una luz diferente, ¡claro, la de Dios!
11. Signo de madurez de un hombre orante es saber recogerse en el silencio dejando que Dios Palabra descienda como cascada de aguas vivas hacia sus entrañas, abrazándolas.
12. Así como el fruto de la vid es el vino, el fruto de la Palabra es la gracia (Si 24,17), que hace al hombre capaz de hacer la voluntad de Dios como “la llena de gracia” (Lc 1,38).
13. Os he elegido y destinado para que deis fruto, dice Jesús a sus discípulos (Jn 15,16). No es un mandato, es un don; dar fruto eterno es propio sólo de Dios.
14. Jesús elige y da un nombre nuevo a Simón como signo de pertenencia de todo aquel a quien llama. Dios, que da el nombre, es también el que consuela a los suyos en sus pruebas (Ba 4,30).
15. Dice Dios a quienes llama a la fe: “Yo te desposaré conmigo en fidelidad” (Os 2,22). Sólo con esta promesa de que se responsabiliza de nuestra fidelidad podemos darle el sí.
16. Dios no se inmiscuiría en la vida de nadie si no fuera por la querencia que tenemos para someternos al mal. Bien sabe Él el poder, tan ilusorio como destructivo, de su Príncipe (Jn 14,30).
17. Hablamos mucho de estado de bienestar, calidad de vida, desarrollo integral del hombre; y apartamos a Dios de tan gran proyecto. No en vano Jesús llama a Satanás padre de la Mentira (Jn 8,44).
18. Los fariseos se presentan ante Jesús como los defensores de lo establecido, lo que les viene muy bien. Jesús les dirá que ha sido enviado por su Padre para establecer la comunión del hombre con Dios.
19. Dios no es sí, no, nunca, no tanto, es decir, no es ninguna ambigüedad; lo prueba su encarnación. Como dice el autor de la carta a los Hebreos, Jesús es el puente/pontífice entre el cielo y la tierra (Hb 8,1).
20. Toda controversia implica oposición. Frente a personas así bunkerizadas -quien no lo sea que tire la primera piedra- Jesús nos ofrece las alas del Evangelio para volar por encima de nuestro búnker.