1. Dice San Teófilo de Antioquía acerca de los sentidos del alma: “Ven a Dios los que son capaces de mirarlo por tener abiertos los ojos del espíritu”. La Palabra es quien abre los sentidos del alma.
2. La fe es mucho más que una aceptación doctrinal; es ante todo un encuentro con Aquel que dijo “Yo soy el Camino que te lleva al Padre” (Jn 14,6); sólo entonces la doctrina se hace Palabra de vida para ti.
3. Negar nuestra dimensión espiritual supone dar ante la muerte el mismo valor a un hombre que a un simple manojo de hierbas que hoy es y mañana desaparece (Is 40,6…).
4. Los movimientos sociales fortalecen el sistema. Un grupo de discípulos de Jesús que lleva su Evangelio en el alma lo pone patas arriba con su estilo de vida.
5. Es casi imposible separar el sentimiento de venganza del de justicia en los tribunales. Sí se pueden separar cuando dejamos que sea Dios quien defienda tu causa (Sl 43,1).
6. Es ridículo hacer cábalas acerca del más allá. Sin embargo, sí podemos apuntar lo más esencial: o entras en relación con Dios o te alejas más y más de Él. Es lo único que nos debería preocupar del más allá.
7. Intuición genial la de san Agustín: “La gracia no encuentra los méritos en ti, los crea”. Claro que para acoger esta gracia hemos de ir a Dios con menos egos y más “aquí estoy”.
8. Pretender abrirse a Dios sin retener como la tierra seca, la lluvia que sobre ella desciende, es decir, su Palabra, hasta que el alma quede empapada de ella, es poco serio.
9. ¡Aleluya, aleluya!, el Señor es nuestro Rey. Reza, canta y grita, conmocionado, Israel. Hasta que tuvieron a su Rey ante sus ojos y vociferaron “¡No tenemos más rey que el César!” (Jn 19,15).
10. Dice san Juan Crisóstomo: “Los pobres de espíritu citados por Jesús son aquellos que, en actitud de mendigos, imploran sin cesar a Dios el don de la gracia”. Así es como se empieza a ser discípulo suyo.
11. Dios nos libre de filosofar sobre la Palabra de Dios, corremos el peligro de manipularla e incluso adorar nuestros propios pensamientos.
12. No podemos más decir que buscamos a Dios si no nos servimos de la oración; y si alguien dice que aún no sabe rezar, sí sabrá al menos suplicar.
13. Dice san Agustín a los que quieren crecer como discípulos de Jesús: “Que vuestros oídos escuchen ávidamente la Palabra de Dios”. Me pregunto si tienen esta avidez algunos de los que asisten a la Eucaristía.
14. Descuidar la dedicación a la Palabra de Dios en nuestra oración es como desear que un campo dé buen fruto sin preocuparte siquiera de sembrar.
15. Decía Erasmo de Rotterdam que algunos que se dicen sabios utilizan la Escritura como un trozo de cera, que la adaptan a su propio criterio o tibieza.
16. La predicación del Evangelio protege a los que la oyen con avidez y amor, de las enfermedades del alma como escepticismo, tibieza, desidia, escrúpulos…
17. Quien piensa que la espiritualidad de la Palabra es una más entre otras inventadas por los hombres, siempre estará lejos de intimar con Dios.
18. Algunos, quizá con mala fe, van diciendo que la Iglesia dejó de lado la Palabra de Dios para centrarse en devocionismos. Por poner un ejemplo, basta con saber que el Papa León XIII llama Libros Divinos a las Santas Escrituras.
19. Escribe san Jerónimo: “Ante todo, se debe buscar en las Escrituras el alimento que sustenta nuestra vida espiritual”. Esto es lo primero, después su estudio.
20. El Papa Pío XII, no contentándose con llamar Sagradas a las Escrituras, va más lejos, llama Sagradas también a sus Palabras. De ahí la costumbre de besar en la Eucaristía los santos Evangelios.