Orando

Fotografía: Catholic Church England and Wales (Flickr)

1. Así como los tres Reyes Magos, al ver salir una estrella la siguieron, y ésta les llevó ante el Señor Jesús, así también sus discípulos buscamos todos los días la luz que sale de sus palabras y que nos permiten ver su rostro.

2. A pesar de que a veces decimos de alguien que está dejado de la mano de Dios, lo cierto es que Él jamás suelta a nadie de su mano. Otra cosa es que alguien, por obstinación, desprecie su ayuda y se suelte.

3. Sólo el que traspasa los límites de la prudencia, fruto de una religiosidad epidérmica, puede adentrarse en el Evangelio. Dios ama tanto a estos imprudentes que se confidencia con ellos.

4. Ésta es la vida eterna: que el Padre revele en tu alma quién es su Hijo, y que éste a su vez te manifieste quién es el Padre (Mt 11,25-27). Los sabios de este mundo cuando leen esta cita la copian y la meten en un fichero por si algún día tienen que hablar de ella.

5. Candilejas parpadeantes o la luz eterna que Dios irradia y nos ofrece (Is 60,20). No sabemos por qué, pero nos atraen más las candilejas que, al final, nos dejan llorando a oscuras rumiando nuestras heridas. ¡Señor, danos sabiduría para escoger!

6. Podemos imaginar nuestra alma como un cántaro que sólo la Voz de Dios es capaz de llenar. Imaginémonos cómo se llenó el alma de Jesús cuando su Padre dijo desde el cielo: ¡Tú eres mi Hijo amado en quien me complazco!

7. A veces nuestra adoración a Dios parece informal, sin metodología alguna, quizás sea la que más le agrada porque está llena de creatividad; y es que el amor que no es creación continua, tarde o temprano queda atrapado por la rutina.

8. Seguir a Jesucristo en el camino que nos propone sólo es posible desde una confianza ilimitada en Él. Todos preferimos pisar tierra firme, mientras que Él no pocas veces nos conduce por abismos (Sl 106,9), o incluso sobre las aguas (Mt 14,28…).

9. Cuando estamos aturdidos por órdenes y más órdenes que nos marcan, por ejemplo, qué ropa tenemos que comprar, nos viene bien abrir nuestros oídos a la Voz, la única que da descanso a nuestra alma inquieta.

10. El que es enseñado por el Hijo de Dios aprende de su mano a abrir sus Palabras y a extraer de ellas la gracia, como diría Pablo. Y entonces asiste, estremecido, a la transformación de su alma en su acoplarse a Dios.

11. Todo hombre que renuncia a la intuición de lo divino que hay en él, ya puede fijar su mirada en el reloj y hacer cuentas, pues éste marca su tiempo y también su espacio, ambos terminan con su muerte.

12. Nada más genuino en el hombre que la vida que emana de su espíritu. Nada más absurdo e incomprensible que desertar de ella. Me atrevería a decir que quien así hace, desprecia el proyecto de Dios sobre él: plenitud existencial.

13. La espiritualidad de la Palabra crea en el hombre una abertura en su mente que hace que “las cosas de Dios” -como su Encarnación que se le antoja imposible- se acepten, convencido de que la Razón de Dios es infinitamente mayor que la suya.

14. Sólo el Evangelio del Hijo de Dios viene en ayuda de la inquietud acuciante y hasta dolorosa que tiene nuestra alma ante tantas preguntas sin respuesta. En nuestra insensatez, las aparcamos; el problema es que la inquietud no se deja aparcar.

15. Todo discípulo de Jesús alcanza su glorificación -al igual que Él, salvando las distancias- en el momento de su muerte. Pues también puede decir: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

16. El hombre necesita el Evangelio para respirar al ritmo del soplo de Dios. Si le amamos, hemos de ir a su encuentro con el Evangelio en nuestras entrañas para decirle, al igual que Dios dijo a Israel: ¡Vive! (Ez 16,6).

17. El sol, la luna y las estrellas, figuras bíblicas que representan la idolatría, caerán. Sí, caen gradual e implacablemente cuando nos llega la muerte. Por el contrario, Aquel a quien muchos creen muerto o una simple fábula, viene con gloria inmortal para los suyos (Lc 21,25-28).

18. Se extrañó Pilato de que todo el pueblo a una con los sumos sacerdotes le entregasen a Jesús para condenarle a muerte. Está claro, todo aquel que vive en la Mentira rechaza la Verdad… a Jesús; de ahí que sigue siendo entregado a la burla y poder de este mundo.

19. “Todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6). Sí, todos los que acogen al Señor Jesús “se saciarán de gozo en su presencia” (Sl 16,11). Si nuestros ojos no son capaces de captar al Hijo de Dios tendremos que soltar lo que nos estorba, como el ciego de Jericó. Entonces Jesús nos dirá: ¿qué quieres que haga por ti?

20. Todo el Evangelio de Jesús es una invitación a ser buscadores del Eterno, del Inmortal, de Aquel que no lleva cuentas del mal, de nuestro mal. Ser buscadores de Dios es ser amantes de la vida eterna.