Rosario

1. No hay mayor atentado contra sí mismo que despreocuparse del crecimiento de nuestra alma; se empieza por orillar parte de la vida y terminamos por quedarnos sin ella.

2. Vosotros sois la luz del mundo, dijo Jesús a sus discípulos (Mt 5,14). Esto quiere decir que cuanto más crezcas como discípulo suyo, más intensa será la luz que el mundo reciba de ti.

3. Sólo cuando seguimos realmente el camino de Jesús, que no pocas veces discurre por desfiladeros abruptos y parajes inhóspitos, damos con la oveja que se nos perdió buscando otros caminos.

4. Los discípulos de Jesús hacemos un servicio impagable al mundo, pues al tratar con Dios con la razón y el alma, desafiamos el escepticismo casi suicida que caracteriza a los feligreses de cierto pensamiento único.

5. Renunciar a la dimensión del Misterio divino del que somos portadores es legítimo, aunque sería bueno saber que al mismo tiempo renunciamos a la Vida a la que tenemos opción y derecho.

6. El que penetra con amor en la belleza indescriptible del Evangelio, tarde o temprano estará en condiciones de decir a Dios “Aquí estoy, ¿qué quieres que haga?”

7. El que aparta de su corazón la Palabra de Dios se aleja tanto de Él que, al igual que Adán y Eva que al desobedecerle se escondieron, no le queda más remedio que preguntarle ¿dónde estás? (Gé 3,9-10).

8. Cuando hablamos de contacto íntimo, al punto lo referimos a personas. Sin embargo, no hay mayor contacto íntimo que el que se da entre un hombre y el libro santo de los Evangelios. Es cierto, estamos hablando de intimidades con el Dios vivo.

9. Quien no conoce las Sagradas Escrituras, no conoce a Jesucristo, dijo san Jerónimo. Nos preguntamos de dónde sacó este Padre de la Iglesia este bellísimo enunciado… Pues de las aguas vivas que corrían por su alma.

10. Hay toda una presión social para arrancar al hombre de sus raíces con la excusa de que no es importante saber de dónde venimos, ni a dónde vamos, ni qué somos. Sí, es demasiado importante como para ignorarlo.

11. San Asterio, obispo y padre de la Iglesia, nos dice que Jesucristo, el Buen Pastor, santifica a los que creen en Él por medio de su Palabra. Amemos el Evangelio con amor único.

12. Tenemos que escoger entre el Hijo de Dios, que te amó y se entregó por ti, como testifica Pablo (Gá 2,20), o los dioses de este mundo que no hacen nada por ti (Sl 16,3).

13. Mira más allá de lo que tus ojos alcanzan a ver y descubrirás gozoso que haces parte de una creación que te catapulta hacia Aquel que un día dijo: ¡Quiero que vivas! (Ez 16,6).

14. Dicen los Padres de la Iglesia que Adán y Eva disfrutaban del Paraíso con sus sentidos corporales, y que penetraban el corazón de Dios con los espirituales. El pecado adormeció los sentidos del alma y Jesús volvió a despertarles.

15. Cuando un hombre hace del Evangelio el motor de su vida interior y exterior, una especie de emigración hacia Dios aparentemente imperceptible, se verifica en todo su ser.

16. De trascendencia en trascendencia asciende hacia Dios el hombre que cultiva su alma. Juan lo expresa con su característico estilo: “de gracia en gracia” (Jn 1,16).

17. Los sentimientos espirituales que asoman a nuestra mente, a veces sin saber cómo, son como la tarjeta de visita que Dios deja cuando, sin hacer ruido, pasa a nuestro lado.

18. Jesús se transfigura ante Pedro, Juan y Santiago para mostrarnos el culmen del discipulado. Nos lo dice Pablo: “Reflejamos como en un espejo la Gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos” (2Co 3,18).

19. Dice san Pablo que el mundo está ansioso deseando ver la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,19). El Evangelio es nuestro Transfigurador. No defraudemos a los que, aunque sea de reojo, esperan ver en nosotros la luz de Dios.

20. Dirigir la atención hacia Aquel cuyo mayor deseo es poder decirte algún día: “Mi Padre es tu Padre, y mi Dios es tu Dios” (Jn 20,17).