Cruz

1. El Evangelio no es un libro, es el Aliento del Espíritu de Dios que permite al hombre trascender para unirse con Él. Es también el Lugar Santo donde Dios se encuentra y se abraza con el hombre.

2. Sólo el que purifica las idas y venidas de su mente en lo que respecta a juicios, rencores y resentimientos, puede presentar a Dios un corazón puro.

3. Cuando un hombre expulsa de su interior el amor a la Verdad, el corazón ya no es más que un músculo que late mecánicamente. Con poco se ha conformado este hombre.

4. En su obstinación, el hombre podría bloquear los impulsos de Dios para dársele a conocer. Obstinación suicida, ya que está bloqueando el Aliento de la Vida.

5. La razón tiene sus propias vivencias, al igual que la fe. Ambas tejen una armonía de luces y colores en lo más profundo de nuestro ser: es el paso de Dios.

6. Todo corazón que no haya sido reconstruido por Dios tarde o temprano muestra su triste realidad: un paraje desierto e inhóspito.

7. Un hombre llega a creer en Dios no a base de fórmulas, teoremas o enunciados, sino porque sus oídos interiores han llegado captar la Voz del Buen Pastor, voz que resuena en su Evangelio.

8. Dios es Voz y también Fuego. Bien y mucho de esto saben los corazones que a fuerza de buscarle en su santa Palabra terminaron encontrándole.

9. ¡Dios ha muerto!, proclaman alborozados los verdaderos enemigos del hombre. Aun así, aunque millones y millones de voces proclamaran su muerte, nunca conseguirían acallar la Voz, la que hizo enmudecer la furia de la tempestad (Mc 4,39).

10. ¡Déjame verte, dame de tu Fuego, de tu Aliento! Esto es lo que dicen sin cesar millones de personas conscientes de las necesidades de sus almas; así es como empiezan su encuentro con Dios cada mañana.

11. ¿Cómo guardar el Evangelio en el corazón como María si se nos presenta como un imposible? Atándolo con amor y convencimiento al corazón hasta que ambos sean uno.

12. Discípulo de Jesús es aquel que aun injuriado por sus enemigos hace el bien, como dice el Señor (Sl 37,1-3). Este es el signo por el que Jesús reconoce a los suyos, pues Él, a pesar de tanto odio recibido, “pasó haciendo el bien” (Hch 10,38).

13. Acoger a Jesucristo va mucho más allá de la sensibilidad; implica confiar tanto en Él que hacemos nuestro su Evangelio. Apartar su Palabra de nuestro corazón es apartarle a Él.

14. “Sea el Señor tu delicia…”, dice el salmista (Sl 37,4). Una vez más trascendemos los sentimientos y nos adentramos en las certezas del alma: si su Palabra es tu delicia (Sl 119,77), también Dios lo es.

15. Solemos acudir a Dios en nuestras dificultades, y está bien; pero mejor, muchísimo mejor es que un día tengamos su Fuerza para enfrentar toda adversidad, incluidas la enfermedad y la muerte.

16. Bienaventurado el que tú eliges y acercas para que viva contigo… (Sl 65,5). Y como nos da miedo acercarnos por lo que nos pueda pedir, se acercó Él, y hacia Él nos atrajo desde la cruz (Jn 12,32).

17. Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón (Sl 95,7-8). El amante de Dios aprovecha el hoy en el que le habla para a su tiempo poder testificar “este es el día en que el Señor actuó en mí” (Sl 118,24).

18. Dice san Agustín: “La sangre que recorrió el cuerpo de Jesucristo profetizó la sangre de los mártires de la Iglesia”. Buena noticia para todo discípulo de Jesús que sufre persecución, sangrienta o no. Está en comunión con Él.

19. Cuando alguien decide seguir al Hijo de Dios sólo cuando despeje todas sus dudas y tenga sus cosas bien atadas, muy poco margen, por no decir ninguno, le deja para actuar en él.

20. Considerar que Dios es fiable en sus palabras va mucho más allá de una simple adhesión a Él. Considerar a Dios fiable supone acoger su Voz y recogerse sobre ella como si fuese su regazo: y lo es.