1. Imitar al salmista que se adelantaba a la aurora para recibir de Dios el auxilio ante las angustias que le atenazaban (Sl 119,147). Los hombres sabios como éste, oran con la Sabiduría de Dios.
2. Cuando un hombre acoge el Evangelio en sus entrañas con la misma confianza que María acogió el anuncio del ángel, la Vida queda tatuada en ellas.
3. Bendita la locura de la esposa del Cantar de los Cantares que clamó a Dios: “¡Ponme como un sello sobre tu corazón!” (Ct 8,6), es decir, pon mi barro en ti. Bendita locura que nos hace tan divinos.
4. La mística no tiene nada de raro, menos aún de extravagante. Místico es aquel que se abre a la Palabra de Dios y, después, como en postura fetal, se recoge cobijándose en ella.
5. Dios abre su intimidad a los rectos, dice el sabio (Pr 3,32). Recto ante Dios es el que llama a las cosas por su nombre, el que distingue entre el Evangelio de Jesús y sus falsificaciones.
6. El que retiene la Palabra de Dios, como dice el profeta (Ba 4,1), se empapa tanto de las aguas de vida que lleva consigo, que su alma llega a ser un huerto regado que da sus frutos (Jr 31,12).
7. No hay sentimiento espiritual que no venga de Dios; sin embargo, éste no es suficiente. Hemos de darle solidez para que llegue a ser una piedra viva de nuestro templo interior (1Co 10,4).
8. La mirada de Dios no es como la del hombre, que se queda en la apariencia (1S 16,7). Así mismo, la mirada de un corazón habitado por el Evangelio traspasa lo visible, llega hasta Dios.
9. El sabor del Pan Eucarístico trasciende el sentido del gusto llegando a ser saboreado por el alma. He ahí una de las mayores maravillas de nuestra fe.
10. Sólo el que tiene, como dice Pablo, la mente de Jesucristo (1Co 2,16), está, como Él, en condiciones de obedecer al Padre hasta morir a sí mismo.
11. Los que han buscado a Dios con verdadera pasión, con la misma pasión lo encuentran, y también con la misma pasión llegan a amarle.
12. Un hombre que es consciente de su vacío existencial y que se muestra totalmente disconforme con su situación, muy, muy cerca está de encontrar a Dios.
13. Un alma que está en tensión hacia Dios no tiene ningún interés en mirar hacia atrás. Sabe que está vivo, ¿por qué volver a atarse a la nada?
14. Damos la vuelta a la máxima de san Jerónimo: “Desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo”. El hecho es que conocer las Escrituras lleva el Evangelio hacia el alma: es tener hospedado a Jesucristo.
15. Dios se hizo uno de nosotros, porque no sabíamos escucharle ni obedecerle, menos aún amarle; al encarnarse pudimos acercarnos a él y abrir el oído a sus palabras.
16. Dios plasmó la Belleza en estado puro en cada página del Evangelio de su Hijo. No es una belleza pasajera a merced de gustos o tendencias, es la belleza para la que fue preparada nuestra alma.
17. Dios creó al hombre por amor y para amar eternamente. Como en el arte de amar eternamente no sabíamos ni la música ni la letra, las puso Él encarnándose.
18. Divide y vencerás, dijo Satanás desde el principio; y separó primero al hombre de Dios, y después sembró la cizaña de la división entre nosotros. El Evangelio es el puente que pone fin al abismo creado por el maligno.
19. Un hombre, con su lista de éxitos y fracasos acontecidos a lo largo de su vida, alcanza su mayor altura cuando es capaz de decir: todos mis vacíos están llenos de ti, mi Dios.
20. Un hombre que no es capaz de sentir fascinación ante la inimaginable plenitud que Dios es y le ofrece es un desertor de sí mismo.