
Fotografía: Lawrence OP (Flickr)
¡Barrabás, Barrabás!
Y Jesús se decía… ¡Por eso estoy aquí! Mira que a pesar de los años, mis hermanos son duros de pelar…
– ¡Calla Jesús, no digas nada! Lo sabías antes de que el mundo fuera mundo… Porque Yo que estoy en Ti, les creé para tenerles en el AMOR que Soy. Semejantes a Mí les hice y bien sabes que aunque imperfectos, la bondad invade la tierra; ese es tu estandarte y el mío, no te preocupes, millones y millones te seguirán.
– Lo sé. ¿Sabes lo mejor Padre mío? Que en cada gota de sangre me llevaré los males de cada uno y sobre todo, seré un referente en el sufrimiento humano: Con fe, amor y esperanza, pero nunca con venganza. Genial para sus vidas, pues no hay tortura más grande en mi alma, que ver como algunos se pierden en el abismo… ¡Pasaría mil veces por esto, Padre!
– Pues ya sabes, hagan lo que hagan contigo, piensa en la grandiosidad de su salvación. ¡Hijo predilecto! son tus hermanos, almas que deseo vuelvan a Mí con corazones plenos de tu Mensaje, el mío.
– ¡Espera Padre! Se te olvida decirme algo: ¿Qué hago con los que conociéndome te dan la espalda?, eso es un problemón…
– Pues diles que hasta el último segundo de sus vidas, les estaré esperando, que jamás desconfíen de mi misericordia infinita, jamás.
– ¡Uf, qué tranquilidad Padre! Porque la tristeza de que se pierda sólo uno, es más dolorosa que mi Crucifixión. Padre, aunque Yo me vaya de la tierra, deja que el Espíritu Santo en palabras, escritos o en sueños, llegue a todos los rincones del mundo.
– ¡Hecho, Jesús! Ni lo dudes.
Y aquí estoy escribiendo como me sale del alma. Gracias Jesús por servirte de algo en mi insignificante pequeñez, porque no soy nada y meto la pata con frecuencia. Pero el alma, Tú me la hiciste grande, tanto como el universo… Así que ya sabes, no nos dejes solos ni para cruzar la calle.
Y Jesús resucitó para estar contigo y conmigo hasta el final de los tiempos; cada día, cada minuto, cada segundo. Gracias eternas por Morir por mí.