

Año: 1989-1990
País: Polonia, Alemania del Oeste
Duración: 55 min. (10 capítulos)
Género: Drama
Categoría: Películas con valores
Edad: +18
Director: Krzysztof Kieslowski
Guión: Krzysztof Kieslowski, Krzysztof Piesiewicz
Música: Zbigniew Preisner
Fotografía: P. Sobocinski, W. Zdort, W. Adamek, J. Blawut, S. Idziak, A. Jaroszewicz, E. Klosinski, D. Kuc, K. Pakulski
Reparto: Artur Barcis, Olgierd Lukaszewicz, Olaf Lubaszenko, Piotr Machalica, Jan Tesarz
Coincidiendo con el fin del dominio soviético en Polonia, Krzysztof Kieslowski abordó cuestiones vitales y trascendentales de calado en esta serie de culto, conformada por diez episodios inspirados en cada uno de los mandamientos. No se trata de una obra religiosa, sino de una propuesta de temática espiritual, que indaga en la fragilidad de la naturaleza humana y en las consecuencias de las decisiones adoptadas.
Algunos de los relatos son bastante enrevesados y todos ellos versan sobre personas corrientes. Su único nexo de unión lo constituye un gris edificio residencial de Varsovia y un enigmático observador que aparece en casi todos los capítulos. Esta figura quizá represente a Dios o puede que sea un ángel, pero es algo que el director no aclara, pues prefiere que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones, a partir de las historias expuestas.
Kieslowski, con la ayuda en el guión del que se convertiría en su habitual colaborador Krzysztof Piesiewicz, sorprende con brillantes giros argumentales en cada episodio. En todos ellos sobrevuela un cierto pesimismo, acentuado por unos fríos paisajes urbanos que evidencian la huella dejada en el país por el comunismo.
Solo se podría considerar propiamente religioso al primer capítulo -probablemente el mejor de toda la serie-, basado en el precepto de amar a Dios sobre todas las cosas. Pone en liza a un profesor universitario ateo, cuyas únicas certezas residen en aquello que conoce empíricamente y bajo este principio educa a su hijo Pawel. Al chico le entusiasman los asuntos científicos, sin embargo, también se interpela acerca de la existencia de Dios. La trama da pie a un conflicto entre ciencia y fe, rematado por un colofón de una excepcional belleza. En poco más de cincuenta minutos, Kieslowski despliega una pieza imprescindible.