Parábola del sembrador

Parábola del sembrador (Pieter Brueghel el Viejo)

Sobre el Evangelio de Lucas

Dice Jesús… “Salió un sembrador a sembrar su semilla: una parte cayó junto al camino (todo el mundo pisándola); otra fue a caer en un pedregal, y se secó por falta de humedad (y aunque lloviera, daba igual); otra, entre zarzas que las ahogaron (qué mala suerte) y otra cayó en tierra buena, donde creció y dio fruto sabroso, el ciento por uno (¡aleluya, ya era hora!). El que tenga oídos que oiga”.

¡Y dale con lo de los oídos! De esto no me enteré hasta que me jubilé… Mirad chicos, es que Jesús tiene un sistema que… A veces no hay quien le entienda, pero lo voy a explicar:

Lo del camino quiere decir que su Palabra ni se oye ni se escucha, por el contrario se le da la espalda y hay hasta quien se burla, y la Palabra muere sin remedio.

Lo de las piedras significa que la Palabra puede ser oída pero no escuchada; no se le da valor, pues ni se practica ni se alimenta y acaba olvidada en el trastero: “soy religioso pero no practicante”.

Las zarzas… ¡Está claro!, la Palabra se escucha de lejos, pero el mundo terrenal puede con ella y la destruye. Se va a misa por cumplir y lo malo es que no se cumple nada, como si no se hubiera ido. La vida es más poderosa.

Y por último, cuando cae la Palabra en buena tierra, estos son los que la escuchan, practican y expanden. Sobre todo reconocen cuán pecadores son en su día a día. Rezan para ser mejores, reconociendo que la Palabra es el báculo de la vida.

Yo he pasado por la piedra y la zarza. Ahora pido quedarme al menos en un macetón. Amigos, las ventajas son enormes: flores de fe, libertad, consuelo y compañía. ¡Regalos de Dios!

El que no valora el espíritu, se construye un gueto sin salida.