

Año: 2011
País: Italia
Duración: 87 min.
Género: Drama
Categoría: Películas cristianas
Edad: TP
Director: Ermanno Olmi
Guión: Ermanno Olmi
Música: Sofia Gubaidulina
Fotografía: Fabio Olmi
Reparto: Michael Lonsdale, Rutger Hauer, Massimo De Francovich, Alessandro Haber, Ibrahima Faye El Hadji
La iglesia de un viejo sacerdote es desalojada y cerrada al culto por la ausencia de feligreses. El párroco observa con tristeza el fin de una tarea que ha desempeñado a lo largo de muchos años, resistiéndose a abandonar el templo. Ese mismo día, durante la noche, unos inmigrantes irrumpen clandestinamente en el emplazamiento, huyendo de las autoridades. El clérigo les dará asilo y asistencia, encontrando una nueva ocupación en la caridad hacia los inesperados indigentes.
Al autor de la inolvidable El árbol de los zuecos, Ermanno Olmi, le bastan unos pocos decorados, no disimulados, para desplegar esta minimalista película. Su reparto está encabezado por Michael Lonsdale, ganador de un César por su excelente papel de monje cisterciense en De dioses y hombres. Director y protagonista rondan ya los ochenta años, pero aún siguen con ganas de contar historias. Les acompaña el también veterano Rutger Hauer, quien ya había trabajado con el cineasta italiano en La leyenda del santo bebedor.
La cinta nos presenta a un religioso que afronta la última etapa de su vida con dudas de fe, sufriendo a veces un intenso vacío, sin que por ello deje de buscar a Dios con sinceridad y esperanza. Su parroquia se ha quedado sin fieles, sin que él tenga energía ni convicción para revertir la situación. Sus esfuerzos irán ahora encaminados a proteger a los inmigrantes que se refugian en su desacralizada iglesia, mientras trata de hallar el sentido a su existencia. En su labor tendrá la ayuda de un médico agnóstico, de buen corazón, con el que debatirá sobre ciencia y fe, ofreciendo varias pinceladas interesantes.
Aunque la carencia de mayores pretensiones cinematográficas del film limita su resultado, destaca la franqueza de la propuesta y su sobria puesta en escena, fotografiada con claroscuros por el hijo del realizador, Fabio Olmi. Su padre denuncia la falta de humanidad en la sociedad actual, apelando a la necesidad de actuar para cambiar las cosas. La inspiración cristiana de su relato se manifiesta en momentos de una clara simbología evangélica, como el nacimiento de un niño en el humilde lugar al que ha llegado por accidente.