Hace tiempo encontré por casualidad un libro en Amazon titulado El cine de Terrence Malick. La esperanza de llegar a casa. Me picó la curiosidad y, como apenas hay libros de Malick en castellano, me decidí a comprarlo. El caso es que superó ampliamente mis expectativas y dio pie a una interesante entrevista que nos ofreció su autor, Pablo Alzola.
A principios de año, Pablo, que es doctor en Humanidades y profesor universitario, ha publicado su segundo libro: El silencio de Dios en el cine. Se centra en películas recientes que se sumergen en la cuestión de Dios desde distintas visiones, a veces con una medida ambigüedad y frecuentemente con más interrogantes que respuestas. Muchos de los realizadores de estos largometrajes son agnósticos o ateos, sin embargo, al igual que el caballero Antonius Block de El séptimo sello, se resisten a permanecer indiferentes ante la gran pregunta.
La obra está estructurada en nueve capítulos, titulados silencio, rostros, duda o gracia. En cada uno el autor analiza, desde una perspectiva cristiana, tres o cuatro filmes, e incluye referencias a otros relacionados. Buena parte de los seleccionados no están destinados a amplios públicos, sino que se trata de propuestas densas, con la complejidad que requiere abrirse al misterio. El gran silencio, Fortuna, De dioses y hombres, Paterson, Manchester frente al mar o La aparición son algunas de las producciones revisadas.
Hay dos aspectos que me gustan especialmente de este libro. El primero es que su lectura me resulta muy amena, aun con su profundidad temática. El contenido es fluido, sin notas al pie de página y está organizado con sentido. En segundo lugar, Pablo realiza una fina disección de las cintas escogidas, revelando significados que pueden pasar inadvertidos sin un estudio concienzudo o sin un conocimiento de las intenciones de los directores.
En el prólogo de esta publicación de Ediciones Cristiandad, Eduardo Torres-Dulce habla, entre otras cosas, del deseo que despertará en el lector de descubrir «algunas películas que no se hayan visto, o revisitarlas». Esto es justo lo que yo mismo he hecho durante esta Cuaresma, un tiempo particularmente propicio para adentrase en el silencio y evadirse de todo ese ruido que nos rodea. Y para ello me ha venido bien este «libro de viajes» -como lo define su autor-, donde se plantea, a través del cine, una serie de cuestiones que nos conciernen a todos.