Amistad

“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13)

Así nos definió Jesús el valor de la amistad y lo más importante: nos lo enseñó con el ejemplo. Él es la definición perfecta del sentido y valor de la palabra amistad: dio la vida por nosotros, por lo que podemos considerarnos sus más íntimos y queridos amigos. El diccionario de la Real Academia de la lengua Española, en su primera definición de la palabra amistad dice: “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Poco tiene que ver con lo que vende y se da en nuestra sociedad materialista, donde se suele confundir el sentido de la verdadera amistad y no es difícil, porque el acoso al que nos someten los medios de comunicación propicia un caldo de cultivo idóneo para el egoísmo y el individualismo.

Pero es hermoso saber que “Quien ha encontrado un amigo ha encontrado un tesoro”, -canta la hermana Glenda-. Y verdaderamente, quien tiene un amigo posee uno de los tesoros más valiosos que tiene la humanidad. Siguiendo el ejemplo de Jesús, podríamos decir que no es mejor ni más amigo el que muchas cosas da, sino el que siempre se nos da, sin interés alguno, más que el de sentirse útil. Hemos de ser amigos verdaderos de aquellos a los que sabemos que le debemos nuestra amistad, porque nos han soportado cuando nadie lo haría, porque nos han ayudado cuando los necesitábamos, incluso sin saberlo; de manera pura y desinteresada. No es fácil, al igual que el amor entre dos personas. El sacrificio y la entrega están siempre en aras de una buena amistad, que hay que cuidar con delicadeza, porque puede caducar y desgastarse.

Hoy nadie quiere quedar mal delante de nadie, e incluso no decimos las cosas que pueden hacer bien al otro por no hacerle daño. Jesús tuvo palabras amables para con sus discípulos, sus amigos, a los que tanto quería, pero sin olvidarse de ser siempre sincero, aunque a veces, podía herir la sensibilidad de los que tenía más cerca, pero por ello no dejaba de amarlos. No se quiere menos por ayudar al otro a superar sus debilidades o corregir sus errores, siempre y cuando nosotros también nos dejemos enseñar.

A ello nos ayuda la delicadeza y la ternura. El ser humano parece tener abandonada esa faceta tan hermosa que el Señor puso en nuestros corazones; “Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas” (Mt 10,16). Hay muchas formas de decir las cosas y el amor todo lo suaviza y todo lo puede.

Jesús es el Amigo que nunca falla y el que no carece de todo lo que hemos hablado anteriormente. Siendo realistas nosotros sí fallamos, también a los que queremos y sabemos que nos quieren; le fallamos a Él, pero como Buen Amigo, no le importa seguir esperando paciente.

Su entrega diaria en la Cruz, es muestra más que suficiente, de su sincera y bondadosa amistad. Solo nos queda corresponderle, con una amistad sincera y de corazón, sabiendo que Él es el espejo en el que fijarnos para tratar a los verdaderos amigos y el Mejor de todos.