Con regularidad, el cine independiente estadounidense realiza aportaciones realmente interesantes, libres del encorsetamiento de los cánones de Hollywood. Con esa vocación indie está contada La historia de Spitfire Grill, una película protagonizada por una joven, Percy Talbott, que se traslada a vivir a Gilead, un pueblo de Maine. La chica acaba de salir de la cárcel y busca rehacer su vida en ese apartado lugar, donde comienza a trabajar en un pequeño restaurante junto a Hannah, la curtida dueña del establecimiento.
Percy no pasa desapercibida para nadie en Gilead. Sin embargo, pese a las habladurías que tiene que soportar, poco a poco va encontrando su sitio allí. Entabla una bonita amistad con Shelby, cuyo marido no ve con buenos ojos a la nueva vecina. De hecho, la mayor parte de los lugareños no la acoge bien. Pero su llegada supone un soplo de aire fresco para Shelby, a la que su esposo trata con desprecio, y para Hannah, una mujer marcada desde la desaparición de su hijo en la guerra de Vietnam.
Una de las grandes virtudes de este film reside en la labor de su trío de protagonistas, compuesto por las oscarizadas Ellen Burstyn y Marcia Gay Harden, y por la menos conocida Alison Elliott. Esta última interpreta a la perfección a Percy. Sabe dar forma a los ásperos modales de su personaje, representándolos como una coraza -fruto de un pasado turbulento-, que oculta un carácter bondadoso. El primero que percibirá la verdadera naturaleza de su corazón es un joven que se enamora de ella.
La historia que hay detrás de esta cinta es bastante singular. Fue impulsada por la Sacred Heart League, una organización católica de Mississippi. La institución se embarcó en este proyecto, a través de Gregory Productions, con un doble objetivo. Por un lado, querían recaudar fondos para fines sociales y, por otro, llevar al público los valores judeocristianos, algo que hicieron de un modo ejemplar, optando por lo alegórico frente a lo evidente. Se decantaron, entre cientos de guiones, por el escrito por el judío Lee David Zlotoff, que el propio cineasta dirigió.
No entiendo por qué Zlotoff, que ha estado involucrado en diversas series -entre ellas la famosa MacGyver-, no ha hecho más trabajos para el cine. Por este largometraje recibió el Premio del Público en el prestigioso Festival de Sundance. La calidez de su relato encandiló a los espectadores del gélido pueblo donde anualmente se celebra el certamen. Además, unos años después, fue la base de una obra teatral.
Este melodrama nos habla sobre amistad, pérdida y redención. Todo ello enclavado en unos bucólicos parajes naturales que contribuyen a crear una atmósfera mágica. En la humanidad de los personajes está la gran baza de esta película, que contiene un poderoso mensaje provida. El proceso de transformación emocional y espiritual que vive Percy repercute en Shelby y Hannah. Su presencia en Gilead altera la lánguida existencia en una localidad sin clérigo alguno que predique en su iglesia.
Pese a tratarse de una producción de poco presupuesto -dentro de lo que cabe-, contó con la banda sonora de James Horner. Su realizador prefirió sugerir, casi como un susurro, los valores intrínsecos de una propuesta que, sin ser perfecta, resulta muy efectiva. Zlotoff demuestra que, a veces, menos es más.