Jesús cura a la suegra de Pedro

Fotografía: Steve Day (Flickr)

Sobre el Evangelio de Lucas

Cuando Jesús salió del “trabajo” en la sinagoga de Cafarnaúm, se fue a casa de Pedro porque la suegra tenía fiebre ¡No se sabe de qué!, pero no importa, lo importante es que Jesús le puso su mano y la curó…

Esto significa que cuando Dios se acerca a ti, no importa lo que hayas hecho aunque seas terrorista… Si Dios te pone la mano, ya eres uno de los suyos -al menos es lo que desea-. A tantos sorprendió, que llegaron enfermos en masa a la puerta de Pedro pidiendo ser curados y Jesús se dijo ¡Madre mía, madre mía, menudo día me espera! Y les sanó.

Todos somos “suegras de Pedro” -no os enfadéis chicos-, es decir tenemos enfermedades, “lepra” en nuestras manos, pero si nos dejamos sanar por Él, sanaremos. Somos toda esa gente que se acercó a Jesús.

De muchos salían demonios que decían “Tú eres el Hijo de Dios”… Jesús no les dejaba hablar porque sabían que Él era el Mesías”. Pero esas “tonteras” a Jesús no le gustaban ni un pelo. No se puede escuchar al demonio diga lo que diga; es peor que un papagayo ¡no para!

De noche, Jesús se alejó de allí y se puso a orar. Cuando le encontraron le dijeron que no les dejara, pero Jesús les dijo: “Debo anunciar también a las demás ciudades el Reino de Dios, porque para esto he venido”. ¡Anda, pues claro!, no van a tener suerte sólo unos pocos, en el montón que queda, ando yo… Y he de escucharle para que su Palabra se haga exponencial. ¡Es lo que tiene ser de Dios, amigos!

Y se fue para seguir “trabajando” sin horario fijo, pero todos los días… Yo no sé si dormía, si comía, si se duchaba (supongo). Lo que sé es que también era hombre y haría lo que hacemos todos, excepto pecar y no será porque el demonio no se le acercaba… Él oraba siempre. Nosotros pecamos como cosacos y encima, oramos menos.

También pienso que tenía un gran sentido del humor, es decir, era positivo, excepcional… Me hubiera gustado verle reír. Los evangelistas no hablan de sus momentos de asueto, pero tenían que ser geniales, aunque no muchos porque se enfadaba ¡Qué no veas!