
Fotografía: Andreas Lawen (Wikipedia)
Algunos estudios antropológicos demuestran que la música tiene la capacidad de expresar emociones en todas las culturas, siendo un elemento de especial importancia. Además, gracias a las tecnologías con las que contamos hoy en día, podemos ir acompañados casi a cualquier sitio por nuestra música preferida. Sus beneficios están más que demostrados, no solo por los análisis hechos, sino porque es algo que cada persona puede experimentar de inmediato.
Hace unos meses escuché por primera vez una canción de Michael Patrick Kelly, titulada ID. He de decir que me gustó y me interesé por saber algo más de este artista, que en la década de los noventa tuvo mucho éxito junto a ocho de sus hermanos con el grupo The Kelly Family.
En su página oficial se formula una pregunta acerca de la identidad de «Paddy» Kelly: ¿ídolo adolescente, monje o músico de rock? La respuesta está en lo acontecido durante la vida de este artista de cuarenta años, que bien daría para un buen libro biográfico. Tras una infancia difícil, entre otros motivos, por la muerte de su madre cuando tan solo tenía cinco años, el éxito desorbitado que llegó a alcanzar le condujo a una fuerte crisis personal. Tratando de superar sus problemas existenciales coqueteó con varias religiones y acabó convirtiéndose al catolicismo, después una peregrinación a Lourdes.
Llama la atención que un ídolo entre las adolescentes decidiera retirarse, en 2004, para ingresar en un monasterio católico de la Borgoña francesa, haciendo los votos temporales, después del noviciado. Pasados seis años dejó la comunidad, pero siguió con su apostolado, retomando la música.
En sus melodías, de estilo pop-rock, queda patente el bagaje espiritual adquirido por «Paddy» en su experiencia monástica. Aunque sus canciones no son exclusivamente religiosas, como las del canadiense Matt Maher, están enraizadas en el humanismo cristiano. De hecho, hace dos años tuvo la oportunidad de actuar en directo en la JMJ de Cracovia.
La canción que comentaba al principio, ID, me resultó reconfortante. Comprobé el modo en que la música te interpela para ver las cosas de otra manera. El videoclip, que comparto más abajo, defiende la autenticidad de cada persona. Los problemas de los demás afectan al resto.
Según el informe de 2017 de Cáritas Internacional, de la que «Paddy» Kelly es embajador de ayuda humanitaria, la asistencia llegó a unas trescientas mil personas en situación de emergencia en la guerra de Siria. Cáritas denuncia, en el informe, la desesperación de los miles de refugiados rohingya en Bangladesh, donde el 60 % son niños. También señala que hay tres millones y medio de personas acuciadas por la sequía y el hambre en el cuerdo de África; refugiados y migrantes llegados a Europa sin nada; y una vergonzosa trata de seres humanos en Brasil.
En una sociedad marcada por el materialismo, son necesarias voces que señalen el valor de la vida de cada uno de los hombres, por el simple hecho de existir, y que defiendan su dignidad. Cada uno tenemos nuestra seña de identidad. No somos números, sino personas que anhelamos ser comprendidas y amadas. Me quedo con el mensaje de Michael Patrick Kelly en su canción: todos somos únicos.