

Año: 2007
País: Estados Unidos
Duración: 111 min.
Género: Animación, Aventuras, Comedia
Categoría: Películas infantiles
Edad: TP
Director: Brad Bird, Jan Pinkava
Guión: Brad Bird
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Robert Anderson, Sharon Calahan
Reparto:
Remy es una rata con un excelente olfato, que sueña con convertirse en un gran chef. Aparte de sus lógicas limitaciones para este oficio, no cuenta con la aprobación de su padre, incapaz de valorar el talento de su hijo. Un incidente lleva a Remy hasta las alcantarillas de París, justo bajo el famoso restaurante creado por su admirado Auguste Gusteau. A pesar de no ser precisamente apreciada la presencia de una rata en una cocina, se cuela en el establecimiento donde conoce a Linguini, un nuevo empleado no demasiado diestro con los fogones con el que entabla una singular amistad. El encomiable trabajo que comienzan a hacer en equipo será su pasaporte hacia la alta cocina francesa.
Irresistiblemente deliciosa, Ratatouille nos traslada a la bella París para narrarnos una historia que atrapa desde sus primeros compases, gracias a su elenco de secundarios y a un carismático protagonista con unas inquietudes y aspiraciones culinarias muy distintas a las del resto de las ratas. A diferencia de estas, Remy no se conforma con alimentarse con basura, puesto que tiene un refinamiento inaudito dentro de su clan.
La elegancia también distingue al crítico parisino Anton Ego, cuyas visitas como comensal aterrorizan a los responsables de cualquier restaurante. Lejos de resultar un villano estridente, su caracterización es marcadamente sutil y su personaje nos depara uno de los mejores momentos de la película.
Brad Bird, autor de las notables Los increíbles y El gigante de hierro, escribió y dirigió esta inspirada comedia, que habla sobre la importancia de saber explotar nuestras cualidades y dejar de lado los prejuicios. Es reseñable la destreza de Bird para sazonar la cinta con la justa medida de secuencias de acción. El realizador, además, se toma su tiempo para desarrollar adecuadamente la trama.
Como es habitual en Pixar, la producción contó con una generosa labor de documentación, que fue hábilmente plasmada en la pantalla. El film acumuló numerosos premios, entre los que destaca el Óscar al mejor largometraje de animación, de las cinco nominaciones que recibió.
Anton Ego, el implacable crítico
Uno de los secundarios más sofisticados que ha aportado Pixar es el refinado crítico de cocina Anton Ego. No es casualidad el apellido de este arrogante intelectual, que no tiene reparos en echar por tierra lo que hacen los demás, si estima que no está a la altura. Le apasiona la comida, pero solo ingiere la que considera buena según sus elevados estándares, lo que explica que esté tan delgado.
Sus rasgos son afilados, con largos dedos para redactar sus inmisericordes valoraciones, y es muy alto. Esta última característica, con la ayuda de planos contrapicados, acrecienta su apariencia intimidante y su asumida superioridad. Su actitud amenazante está potenciada por su voz, que en la versión original le proporcionó Peter O’Toole.
Anton Ego trabaja en un despacho con aspecto de ataúd, sobre el que cuelga una gran pintura de un retrato suyo bebiendo vino, donde no muestra demasiado entusiasmo. El entorno es lúgubre. Incluso por su máquina de escribir, cuya parte posterior tiene forma de cráneo. Todo ello reafirma sus aires de Drácula, dentro de su distinguido estilo parisino, tanto en su manera de vestir como en su lenguaje corporal.
Al inicio de la película conocemos que una crítica suya hizo perder una de sus cinco estrellas al restaurante del prestigioso Auguste Gusteau, lo que desencadenó el declive del establecimiento -que pronto malograría otra estrella más- y del propio chef. Con la llegada de Linguini a Gusteau’s y su secreta colaboración con Remy el local comienza a resurgir. Esta circunstancia vuelve a colocar al restaurante en el punto de mira de Ego, que se propone efectuar una visita para comprobar, en primera persona, si es cierto lo que dicen.
Si algo diferencia el desarrollo de este personaje con respecto al del clásico villano, representado por el chef Skinner en su aversión hacia Linguini, es su evolución a lo largo del relato. No se trata de un incordio que los guionistas acabarán quitándose del medio cuando la cinta llegue al final, sino de alguien con la suficiente capacidad para transformarse.
Resulta memorable el lúcido discurso de Anton Ego acerca de la labor de los críticos, en uno de los momentos más brillantes del film: «Arriesgamos poco, porque gozamos de una posición que está por encima de los que exponen su trabajo y a sí mismos a nuestro criterio. Nos regodeamos en las críticas negativas, que son divertidas de escribir y de leer. Pero el hecho más amargo que debemos afrontar los críticos es que, a la hora de la verdad, cualquier producto mediocre tiene probablemente más sentido que la crítica en la que lo tachamos de basura».