Este miércoles se estrena en España The Vessel (El navío), una de las películas espirituales más prometedoras de este año, que está cerca de llegar a su fin. La cinta viene precedida por las críticas positivas que, en líneas generales, ha recibido en su paso por Estados Unidos, donde inició su andadura el pasado mes de septiembre. El relato se desarrolla en un pequeño pueblo costero, donde sus habitantes quedaron marcados por una terrible tragedia ocurrida años atrás, cuando un tsunami arrasó la escuela local. Paralizados por las secuelas, no despertarán de su letargo hasta que un joven de la aldea sobreviva milagrosamente a un accidente y el suceso le lleve a rescatar los restos del colegio para construir con ellos un navío.
La producción ha supuesto el debut en la dirección de Julio Quintana, autor también del guión. El cubano-estadounidense explica sobre su obra, que se trata de una «historia de amor en todos los sentidos posibles», y que espera transportar a los espectadores «a un mundo romántico y emocional en donde el misterio no es una fuerza amenazadora, sino un instrumento poderoso de belleza y alivio». El realizador ha reservado el personaje protagonista a su hermano Lucas que, igualmente, está ante su primer largometraje.
El rodaje se ha llevado a cabo, en su práctica totalidad, en el barrio puertorriqueño de La Perla, en San Juan. Quintana optó por filmar una versión en inglés y otra en castellano, con actores bilingües. De este modo, su singular proceso consistía en grabar cada escena en un idioma para luego repetirla en el otro.
Con respecto a la fotografía del film, es evidente que está inspirada por Terrence Malick, que ha ejercido como productor ejecutivo. Precisamente, su presencia ha hecho posible la participación de Martin Sheen, en este drama de limitado presupuesto, dando vida al padre Douglas, un hombre centrado en ayudar a sus vecinos a superar la pérdida de los niños. El intérprete trabajó a las órdenes de Malick en Malas Tierras, a principios de los setenta, aunque la amistad que tienen se forjó, principalmente, al coincidir años después en París. Por entonces, Sheen estaba atravesando una etapa muy complicada en su vida y Malick fue para él «una profunda influencia», convirtiéndose en su «mentor», según declaró en una entrevista concedida a la revista The Progressive, en 2003. Tras su encuentro con el cineasta, regresó al catolicismo, después de mucho tiempo alejado de la fe.
En torno a Martin Sheen, además, se da una curiosa circunstancia de la que hablamos hace tiempo en el artículo Sacerdotes de cine, pues es el actor que más veces ha representado este rol eclesiástico. Al publicar aquel texto eran cinco y, desde entonces, ha sumado otras dos más con Trash, ladrones de esperanza y el título que ahora se presenta. No es de extrañar porque, aparte de su interés por las temáticas religiosas, es un papel que se le da francamente bien.