1. En los compartimentos de los antiguos trenes leíamos este aviso: “Es peligroso asomarse al exterior”. Algunos piensan que es peligroso asomarse a Dios, cuando en realidad es el Único que nos abraza con infinita ternura.
2. El sabio según el mundo tiene la misma relación con la Palabra que un médico forense con un cuerpo inerte. El sabio según Dios la explora con ternura, sabe que está frente a palabras vivas del Dios vivo.
3. Oferta inaudita la del Hijo de Dios: Yo soy tu Buen Pastor, el Camino para llegar a Dios Padre. Junto a esta oferta, infinidad de dioses nos invitan a ir por la vida de pirueta en pirueta. Tú escoges.
4. Nuestra sociedad, orgullosa de su autonomía, rechaza cualquier tutela de Dios, y sin embargo, rinden sometidos pleitesía ante supuestos artistas que garabatean cuatro trazos en un lienzo.
5. No es justo, no lo es en absoluto, tener el gozo de la Presencia de Dios en el corazón y no comunicárselo a los demás. Corremos el riesgo de que la Presencia se aleje más y más de nosotros.
6. Siempre es tiempo de misericordia para un discípulo de Jesús, y lo es porque no tiene que entenderle a través de cursos o reuniones, sino que, por ser discípulo, Él hace parte de su alma.
7. No hay mayor fuerza que la que nace de una debilidad apoyada en Dios. Que se lo pregunten a los santos, a los de antes y a los que viven entre nosotros. Claro que no hablamos de fuerza sino de Fuerza.
8. Tenemos dos formas de desarrollar nuestra existencia. Empobreciéndola con ataduras o enriqueciéndola con amores eternos, los de Dios, aquellos que nos llenan de luz a nosotros y a los que amamos.
9. La falta de Sabiduría nos deja indefensos ante la enfermedad. Claro que ya antes esa misma carencia impidió detectar la más cruel de las enfermedades: vivir sin Dios.
10. Una experiencia seria y profunda de Dios presupone toda una reconstrucción de la propia identidad. Pasamos del no ser en cuanto hijos de la Muerte, a la plenitud del ser en cuanto hijos de la Vida.
11. Si las raíces de nuestras convicciones nacen solamente de nosotros, tarde o temprano naufragan. Si nacen de Aquel que nos llama a ser suyos, sortean todo tipo de tempestad.
12. El mundo necesita la manifestación profética de los discípulos de Jesús, necesita obras que no sean un calco de las suyas, obras hechas por manos de los hombres pero impulsadas por las de Dios.
13. Los profetas de este mundo se mueven al compás de manifiestos. Los profetas de Dios no se mueven, son movidos por la Palabra que quema sus entrañas como a Jeremías (Jr 20,9).
14. Ante la incomprensión de los demás, es lógico pensar que Jesús reponía sus fuerzas junto a su Madre. Por eso y porque la incomprensión del mundo hace parte de nuestro discipulado, nos la dio como Madre en el Calvario.
15. El consuelo y satisfacción que tenemos los discípulos de Jesús ante el desprecio de los señores de este mundo es que “ninguna lágrima se pierde” (Ap 21,4). En cambio, cuando estos señores lloran nadie recoge sus lágrimas.
16. Las palabras que salen de los amigos de Dios siguen su propio itinerario hasta llegar al corazón de los que las escuchan. Les toca a estos oyentes retenerlas o rechazarlas.
17. Un buscador serio de Dios, al escuchar su Palabra, la trata con inmensa deferencia, la asimila a fin de constatar por sí mismo si tiene el sabor de Dios a quien busca.
18. La Palabra de Dios desciende y se encarna en Jesús; sigue descendiendo hasta hacerse -a los ojos del mundo- irrelevante en el Calvario. Sólo los discípulos amados (Jn 19,25-27), son capaces de ver su esplendor glorioso.
19. Por mucho que nos estrujemos el cerebro, nunca llegaremos a entender la razón del ardiente deseo de Dios de comunicarse con nosotros. Por eso su Encarnación es el amor, a nuestros ojos imposible, que vale la pena encontrar.
20. Toda atención amorosa nos conmueve. Imaginemos cómo sería nuestra vida si no se nos escapase ni una de las incontables atenciones amorosas que Dios tiene con nosotros, los que le buscamos.