Brotes

Salió el sembrador a sembrar, y unas semillas cayeron al borde del camino, vinieron las aves y se las comieron; otras cayeron en un pedregal, brotaron enseguida, pero salió el sol y se secaron, por no tener raíz; otras cayeron entre abrojos, los cuales ahogaron a las semillas. Por último otras cayeron en tierra fértil, y dieron fruto, unas cien, otras sesenta, otras treinta. (Mt 13, 1-8)

Este sembrador es Jesús, que siembra la Palabra -el Evangelio-, y sucede que esta Palabra cae sobre el hombre que puede o no acogerla; de tal modo, que según su disposición frente a ella, la recibe o la rechaza. A veces la ignora. El lugar donde cae esta semilla, es el mismo corazón humano, simbolizado por “la tierra”.

Parece, en principio, que esta siembra es aleatoria, pero realmente la Palabra de Salvación que es el Evangelio no se reparte de forma caprichosa; ni tampoco se reparte aleatoriamente. Dios la da cada uno según su Providencia, pero en orden a la salvación de todos. Entra aquí el misterio de la libertad del hombre en acogerla.

El Salmo 84 clarifica muy bien esta idea cuando dice: “…Señor, has sido bueno con tu tierra, has restaurado la suerte de Jacob (Israel), has perdonado la culpa de su pueblo, has sepultado todos sus pecados, has reprimido tu cólera, has frenado la ira de tu incendio…”

Es decir, aunque la semilla caiga en tierra que no da fruto, Él sigue intentando -respetando la libertad humana- volver al buen camino al hombre. Él perdona sus culpas, sepulta sus pecados, y frena su ira y su cólera. Ira y cólera, que son conceptos no asimilables a nuestra mente occidental, ya que en Dios ningún pecado es posible. En la cultura oriental, las imágenes toman un valor importantísimo para aclarar conceptos. Por eso diremos en nuestro hablar castellano que “una imagen vale más que mil palabras”.

Y continúa el Salmo con una súplica por parte del salmista que se ve impotente para conseguir ser “tierra buena” que dé fruto. Implora: ¡Restáuranos! Es el mismo lamento reflejado en el Salmo 80: “…Oh Dios, restáuranos, que brille tu Rostro y nos salve!

Restaurar no es demoler, no es desmontar algo ya construido, es rehacer, es reconstruir… en lenguaje bíblico es “crear”. Por ello dirá David: “…Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme…” (Sal 50)

Y este corazón puro no refiere a un corazón que afecta a la castidad; refiere a un corazón no idólatra, que es un concepto que abarca a la virtud de la castidad, y a las demás. Refiere al no seguimiento a los ídolos de este mundo. Es la profecía de Ezequiel: “…arrancaré de vuestro corazón el corazón de piedra y os daré un corazón de carne…” (Ez 36)

Y ante las situaciones de angustia que sobreviene al hombre por las circunstancias que nos rodean, exclamamos como el profeta: ¿No vas a devolvernos la vida para que tu pueblo se alegre contigo? Se pregunta el salmista y nos preguntamos nosotros. Pero, sí: la amargura se me volvió paz cuando detuviste mi alma frente a la tumba vacía y volviste la espalda a todos mis pecados…” (Is 38, 17)

Él volvió su Espalda frente a nuestras maldades. Ya que el hombre es incapaz de convertirse, que es lo que significa “volver la espalda”, Dios tiene que volverse* al hombre en la Encarnación de su Hijo. Hemos de retroceder en nuestro camino, hemos de volver la cabeza hacia el Misterio de Dios.

Y, terminando el Salmo, nos dice que “…la fidelidad brota de la tierra y la justica mira desde el cielo…”. Son dos conceptos en los que conviene meditar: la fidelidad de Dios es la seguridad que va a cumplir sus promesas. La justicia, más allá de la justicia distributiva de dar a cada uno lo que le corresponde, significa “ajustarse” a Dios.

Y, en nuestra tierra, la que es representada aquí por el propio corazón humano, se cumplirá la voluntad de Dios cumpliendo sus Promesas, la Vida Eterna; pero ajustándonos (justicia) a Él.

Es un camino representado en la “escala de Jacob” que se extendía desde la tierra hasta el cielo, por donde subían y bajaban los ángeles (Gen 28, 12-13), de unión entre cielo y tierra, un paso entre Dios y los hombres, una íntima unión de los Atributos de Dios, Fidelidad y Justicia.


* Convertirse: “cum vertere” = volverse hacia.