1. Nuestra vida interior no tiene mucho que ver con palabras, sino con la Palabra por excelencia: el Evangelio del Hijo de Dios. Jesús será tan importante para ti como lo sea su Evangelio.
2. Dios prometió: “Sacaréis agua con gozo de la fuente de la salvación” (Is 12,3). Su Hijo es quien enseña a sus discípulos a sacar del Manantial de la Vida que es su Evangelio, las aguas que sus almas necesitan.
3. Cuando dejemos que el Señor Jesús sea el Maestro que nos explique las Escrituras, llegaremos un día a decir con el salmista “No me aparto de tus palabras, porque tú me has instruido” (Sl 119,102).
4. El rico Epulón es figura del necio que cree que su vida está asegurada con sus bienes. El sabio prioriza el disfrutar de sus bienes a la luz de la Sabiduría que brota de la Palabra.
5. No hay desierto que no pueda ser convertido en oasis cuando es acariciado por abundancia de aguas. Asímismo, no hay alma sedienta de Dios que no llegue a ser empapada de Él.
6. De poco nos sirve ser tocados emocionalmente si esto no lleva consigo una andadura hacia la realización personal. Y hablando de emociones, ¿nunca te has estremecido penetrando en el Evangelio de Jesús?
7. Todos tenemos intuiciones que nos mueven hacia algo concreto. Feliz entonces el que se abre a la Intuición que Dios tiene sobre él, ya que le deja las manos libres para derramar su amor.
8. Dice el salmista que nuestra alma tiene un paladar capaz de saborear la Palabra, más sensible que el de nuestra boca cuando saborea la miel (Sl 119,103).
9. En realidad, el Evangelio es una propuesta de Jesucristo para aquellos que quieran ser sus discípulos; o lo que es lo mismo, los que desean saborear la vida en abundancia (Jn 10,10).
10. Se puede ser más o menos pobre o más o menos rico; lo que es inadmisible es que un hombre renuncie a tener clase, categoría. A este respecto, no hay mayor clase y categoría que llegar a ser hijos de Dios (Jn 1,12).
11. Cuando alguien habla de las exigencias del Evangelio, lo está comparando con un panfleto de cualquier club elitista. El Evangelio contiene el don de la Vida de Dios al hombre (Jn 1,4).
12. Se habla de la sociedad del bienestar y asentimos como máquinas ante tanta promesa. Hay un bienestar que alcanza al hombre entero: cuerpo y alma; lo apunta el salmista: “Señor, has dado bienes a tus siervos con tus palabras” (Sl 119,65).
13. La Palabra encierra en su interior innumerables fogonazos de luz que nos permiten contemplar el inescrutable y sublime Misterio de Dios.
14. Sólo el que asume su condición de peregrino durante su estancia en el mundo conoce la libertad en estado puro, porque su peregrinar al Padre le garantiza su victoria sobre la muerte.
15. Uno de los signos de identidad de la Iglesia de Jesús es el de ser odiada y perseguida (Jn 15,18…). Si vamos a las hemerotecas, sabremos que la Iglesia Católica es la Gran Perseguida a lo largo de la historia.
16. El que es capaz de hacer un viaje desde su vida aparentemente satisfecha, hacia su corazón, huérfano de Trascendencia, está muy cerca de acoger a Dios como Padre. Queda así superada su orfandad.
17. Todo concurre para bien de los que aman a Dios (Rm 8,28). Efectivamente, todo, incluso la muerte cuando llega, concurre para el bien de los que buscaron a Dios con toda su alma y todas sus fuerzas.
18. El que orienta su vida al Evangelio de Jesús puede decir, igual que Él en el momento de morir, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).
19. Dios nos besa cada vez que las palabras del Evangelio nos llenen con su Luz. ¡Pobre de aquel hombre que nunca ha sido besado por Dios! Aún estamos a tiempo.
20. Un discípulo de Jesús es un milagro permanente de Dios que ilumina al mundo. Y es que no hay mayor milagro que ver a un hombre que ha hecho del Evangelio su gran tesoro.