1. No hay presión más insoportable que la de estar pendiente de la multitud de cosas que forman nuestro día a día, diversiones incluidas, sin tener la Vida en nosotros. Es como vivir realquilados.
2. El reloj de pared tiene su pendular de ida y vuelta, hasta que falla el mecanismo que le mueve y se detiene. Reducir la existencia a no ser más que un péndulo de ida y vuelta es bien trágico. ¡Dios nos hizo saetas impulsadas hacia Él!
3. Todo precepto humano corta la libertad, decimos eufóricos. De acuerdo. Siempre que tampoco nos atemos a los preceptos humanos de los mesías de turno: políticos, ídolos televisivos, tertulianos, etc.
4. Cuando la Belleza insondable de Dios empapa nuestro mundo sensorial tanto exterior como interior, comprendemos que no hay Amor sin Belleza, ni viceversa.
5. La mayor parte de las autobiografías son apasionantes, sobre todo las que se cierran con broche de oro parecido al de Teresa de Lisieux que, ante su propia muerte, proclamó triunfante: No muero, entro en la Vida.
6. Son casi innumerables las ofertas de realización humana que nos ofrece la sociedad. Si a la elección de estas ofertas le añadimos el Camino, la Verdad y la Vida que es Jesús, hemos escogido bien.
7. Satanás está empeñado en hacer de nosotros dioses. Si leemos la letra pequeña hablaremos de dioses sometidos a otros dioses a quienes nos enfrentamos con nuestras ambiciones. Jesús te llama a ser hijo de Dios. Tú escoges.
8. Quien haya bebido, aunque sea una sola vez, de la Fuente de Dios, no descansará hasta hacerse con ella. Las almas que así actúan son llamadas por Jesús vírgenes sabias (Mt 25,1…).
9. No hay amores fallidos. Todo amor da siempre su fruto. Si llega a ser fallido es simplemente porque Dios no tuvo arte ni parte en su plantación, fue excluido.
10. Así como los cielos se rasgaron y el Espíritu Santo descendió sobre Jesús (Mc 1,10), un oído rasgado, abierto por el impulso de amor que provoca el Evangelio, deja paso libre al Espíritu Santo hacia el corazón.
11. Las lágrimas que derrama el alma tanto por sufrimientos que la azotan como por el estremecimiento que provoca la cercanía de Dios, son simplemente inestimables.
12. Hay instantes que determinan que nuestra vida se encamine o no hacia su plenitud. Me refiero a los instantes de Dios; todos los tenemos, y los sabios los cogen al vuelo; los necios los dejan pasar.
13. A veces estamos tan pendientes de los gestos de amor y cercanía de ciertas personas, que nos falta óptica y audición para enterarnos de los detalles que Dios tiene con nosotros.
14. ¡Me pongo en tus manos!, decimos a alguien en quien confiamos cuando nos vemos agobiados por un problema. ¿Has dicho alguna vez a Dios me pongo en tus manos?
15. Si Pedro hubiese negado a Jesús no tres veces sino treinta, Él le habría perdonado exactamente igual. Y todavía hay quienes tienen reparo de acercarse a Jesús por no sé qué cosas que han hecho.
16. No hay discípulo de Jesús que un día no pueda decir a Dios lo mismo que le dijo María de Nazaret: “Te doy gracias por las maravillas que has hecho en mí” (Lc 1,49).
17. Cuando Jesús entra en casa de Zaqueo, dice a los que se escandalizaron que había venido a buscar lo que estaba perdido (Lc 19,10). Estaba anunciando que nadie que acoge su Evangelio está perdido.
18. Cuando alguien expone su integridad, bien física o moral, por otra persona, se gana la admiración de todos. Jesús expuso todo, absolutamente todo, por ti, y no te inmutas…
19. Algunos piensan que para encontrar a Dios tiene que llamar a su puerta para que le abra. Él nos lo pone mucho más fácil, llama a tu puerta en cada página del Evangelio.
20. El que la sigue la consigue, pregonan a viva voz los que venden lotería y demás sorteos. A algunos les toca y les resuelve algo. El que sigue al Hijo de Dios, lo encuentra y le resuelve todo.