Girasol

1. Las irrupciones de Dios en nuestra vida no son volcánicas, llevan el aroma de la simplicidad; da hasta ternura ver cómo nos busca sin ningún ánimo de someternos.

2. El necio abre la Biblia en busca de palabras atractivas a fin de adormecer -no resolver- sus problemas. El sabio busca palabras que le fortalezcan en la resolución de sus problemas.

3. Es más que dudoso considerar que una persona alcanza su realización existencial, si no cultiva ese espacio interior que le arroja luz acerca del Misterio de Dios.

4. Todo el tiempo que un hombre se pasa lamentándose de lo mal que está, es tiempo robado a su misión; si es que se considera cristiano, lo es para ser la sal y la luz del mundo (Mt 5,14-16).

5. No hace falta hacer equilibrios en el alambre para mantenerse firme en la fe. Jesús nos dijo que bastaba con mantenernos firmes en sus Palabras, su Evangelio (Jn 8,31-32).

6. Del seno atravesado de Jesús en la cruz brotaron las semillas de la divinidad en forma de sangre y agua. Los apóstoles recibieron esas semillas y, por medio de la predicación del Evangelio, las esparcieron por el mundo. He ahí la misión esencial de la Iglesia.

7. La insistencia de Dios probando una y otra vez por llegar al corazón del hombre, sólo se entiende desde algo que es esencial en el amor y que es tan propio de Él: la suavidad de sus llamadas.

8. Moisés destruyó las tablas de la Ley -las diez Palabras (Dt 4,13)- ante los israelitas que adoraban el becerro de oro para hacernos saber que en nuestro corazón no hay cabida para Dios y los dioses. Hay que escoger.

9. El gran convertido italiano Giovanni Papini llegó a llamar a Satanás: “el profesor”, previniendo así a los predicadores del Evangelio de la tentación de ser más doctores que trasmisores de vida.

10. Aquel que llega a la íntima convicción de que el Evangelio es la Fuente de toda espiritualidad, no tiene reparo de sortear los charcos en los que chapotean quienes pretenden alimentar su alma sólo con la sabiduría de los hombres.

11. El amor humano tiene su lenguaje, también el divino. En el solamente humano, las palabras están sometidas a un desgaste natural; en el divino las palabras nacen de la Palabra, que es eterna.

12. La diferencia esencial entre el amor de Dios al hombre y de éste hacia Él radica en que nosotros podemos llegar a renegar de Dios. Sin embargo, Él jamás renegará de nosotros.

13. Los que van al Evangelio con el fin de adaptarlo a sus mediocridades serán grandes campeones de la ambigüedad. Un día Dios les dirá: “no os conozco” (Mt 7,23).

14. Esperar serenamente la visita de la muerte, que se presiente ya próxima, y ser capaces de decir “aquí estoy, Señor”, es la mayor de las victorias de un hombre sobre el mundo. Bien saben esto los discípulos de Jesús.

15. La verdad no necesita apologistas, de la misma forma que la marea tampoco necesita que se la mueva para seguir su curso natural. Por mucho que se intente sofocar la verdad, siempre se dejará oír.

16. Un hombre sabio jamás atentará contra su alma, es consciente de que se haría daño a sí mismo. Incluso si no creyera en ella, los gritos que emite le llevarían a replantearse su no creencia.

17. En el mercado de las sensaciones se ofertan mil formas de felicidad, todas ellas predecibles. En el Evangelio la oferta de Dios es la felicidad insospechada. Sólo los muy exigentes van tras ella.

18. Los verdaderos buscadores de Dios no se andan con rodeos, van directamente al Evangelio; y cuando encuentran en sus páginas las huellas luminosas del Hijo de Dios las adaptan a su caminar.

19. Las lágrimas que los hombres rectos de corazón derraman en su deseo y tensión por ser fieles a Jesucristo, son preludio de la Fuente de vida hacia donde Él les va conduciendo.

20. El paso de la no creencia a la fe no supone ninguna división interior en la vida de una persona; al contrario, supone la desaparición de la escisión sangrienta que venía padeciendo.