1. Quien no vive para la eternidad disfrutando ya sus primicias, no aprecia la esencia del tiempo en sus días y horas; más aún, es víctima del tiempo.
2. ¿Qué diríamos de un animal salvaje que prefiriese vivir en una jaula, por muy espaciosa y cómoda que fuese, antes que en su hábitat natural? Nuestro hábitat natural es Dios, y seguimos dudando de si dejar o no la jaula.
3. Cuando Jesús llama a alguien para ser su discípulo, le está pidiendo permiso para habitar en él; desde él y con él quiere ser “luz del mundo y sal de la tierra” (Mt 5,14-16).
4. La voluntad de Dios no es cuestión de ofrecimiento heroico sino de lucidez, como María de Nazaret. Implica saber que la voluntad de Dios sobre ti es y será siempre un buen proyecto suyo para ti.
5. El profeta Jeremías tuvo conciencia de que el Fuego que Dios había prendido en sus entrañas con su Palabra era inmortal (Jr 20,9). Renunciar a él implicaría renunciar a su realización humana.
6. Dios tiene muchas formas de fijar su mirada en ti, y cuando lo hace todo romanticismo palidece comparado con el temblor ininterrumpido que sacude tu corazón. Es lo que le pasó a Pedro (Jn 1,42).
7. Un discípulo de Jesús ni entiende ni quiere entender de grandezas, pues aspira a la grandeza permanente de ser y estar en Dios.
8. Un hombre sabio no descansa hasta encontrar, por medio del Evangelio, ese lugar que Dios tiene reservado en su corazón. Al hombre que así hospeda a Dios en su ser le podemos llamar hijo de la Sabiduría.
9. Igual que en tiempos de Jesús, la mayoría de las personas más o menos religiosas pasan de su Evangelio. Saben con la mente que contiene Palabras de espíritu y vida, pero no quieren arriesgar.
10. Si naciéramos perfectos Dios no tendría motivos para amarnos. Es el combate constante contra nuestra debilidad lo que le rinde y cautiva.
11. Cuando un hombre abre su oído a la Palabra Dios le hace el milagro de los milagros: desliza su corazón hacia sus entrañas justamente por eso, por tener el oído abierto a sus palabras.
12. Todos decimos que todo pasa y pasará por muy profundas que sean las experiencias vividas. No es cierto: Dios no pasa, porque no pasa de ti, sus manos están siempre extendidas para acogerte.
13. Decimos que las palabras se las lleva el viento, y puede ser que sí. Sin embargo, en lo que se refiere a la Palabra, es el viento de Dios, su Espíritu, quien nos las trae al corazón.
14. Las fiestas son buenas en general; lo malo es cuando se multiplican sin más, y por una sola razón: porque nos falta lo que Jesús dijo a Zaqueo: “Hoy quiero hospedarme en tu casa” (Lc 19,6), quiero hacer fiesta contigo.
15. Un discípulo de Jesús jamás dará testimonio de sí mismo, ni hablará de sus obras. Dará testimonio de la predilección que el Señor Jesús tuvo con él.
16. Nuestros instintos de supervivencia nos han librado de no pocos peligros. Ojalá utilizásemos estos mismos instintos con respecto a nuestra alma, nos evitaríamos muchísimos sufrimientos.
17. Un gran fracaso en la vida de una persona sería haber creído, sentido, incluso intimado con Dios, y derivar, por las razones que fuesen, hacia el agnosticismo. Puede pasar cuando la Palabra no ha llegado jamás al corazón.
18. Por medio del Evangelio, Dios Padre reproduce la imagen de su Hijo en sus discípulos (Rm 8,29). Sin embargo, son multitud los que prefieren parecerse a ídolos o profetas pasajeros.
19. Decimos que no se puede tapar el sol con un dedo, y es más que evidente. De la misma forma tampoco se puede tapar la luz que emana de los que viven abrazados al Evangelio de Jesús.
20. “En nombre de Dios yo te absuelvo de tus pecados”, nos dice el sacerdote después de la confesión. Decir que uno se confiesa con Dios es un engaño infantil, jamás oirá que Dios le haya perdonado sus pecados.