Reflejo de una vidriera

Fotografía: Maciej Biłas (Flickr)

1. Es triste ver en un banquete un puesto vacío, pues es señal de que alguien rehusó la invitación. Más tristeza nos debe dar que, por rechazar a Dios, su puesto natural en nuestro corazón esté vacío.

2. Cuando un problema nos apremia tenemos dos opciones: solucionarlo según los dioses de este mundo que siempre será una salida falsa, o levantar nuestros ojos a Dios que envuelve nuestro problema con sus Palabras de Vida.

3. A quienes renuncian a la Trascendencia, que por encima de todo es vida en abundancia (Jn 10,10), los años vividos siempre les parecerán escasos, dado que la muerte se cerrará sobre ellos.

4. Hasta que no dejemos que Dios juegue un papel fundamental en nuestra vida no sabremos quién es. Le iremos conociendo en la medida en que le dejemos actuar en nosotros.

5. Decimos con no poca prepotencia que tenemos derecho a escoger nuestro camino. Digo prepotencia porque en no pocas ocasiones damos a nuestros demonios interiores las riendas del camino a seguir.

6. Obedecer a Dios, sus Palabras, supone un ejercicio de libertad fundamentada en la Sabiduría; supone un partir del hecho de que el Evangelio es Vida en abundancia (Jn 10,10). Saber esto y acogerlo es la máxima libertad.

7. La Escritura nos invita a confiar en Dios como niños que se dejan guiar por Él. Paradójicamente estos niños tienen más amplitud de mente y sensatez que aquellos adultos que se guían sólo por sus impulsos.

8. Las empresas financieras captan a sus clientes ofreciéndoles ventajas y tentadoras ganancias. El Señor Jesús se ofrece a sí mismo dándonos la Vida eterna, y muchos ni se inmutan.

9. La contaminación del corazón a causa de odios, envidias, etc., supone una agresión continua a nuestro espacio interior, el mismo que debería albergar la serenidad en la que se diluye el estrés de cada día.

10. Todos en general estamos llamados a emprender un camino de vuelta hacia Dios dentro de nuestra historia personal, bien por haberlo marginado o bien por haber marginado su Palabra.

11. Devolver mal por mal una y otra vez puede ser gratificante; solo que difícilmente podemos controlar la espiral de violencia que crea tanta agresividad.

12. Ponemos nuestros ojos en historias de personas que admiramos, sin dar importancia a la nuestra, mejor dicho, a la que Dios quisiera hacer contigo y no se lo permites.

13. Al proyectar un viaje fuera de tu país te informas de mil pormenores acerca de la nación a la que vas. Estás continuamente viajando y sin dilación hacia el más allá, y quizás estés desinformado acerca de Dios.

14. Insistentemente está Dios invitándonos a crecer con Él por medio de su Palabra; desgraciadamente muchos prefieren hacer castillos en el aire tan frágiles como repetitivos.

15. Todo aquel que es arrebatado por el Evangelio de Jesús será, al igual que Elías, arrebatado hacia Dios (2R 2,11) por su Fuego en el día de su muerte.

16. Un pobre de espíritu (Mt 5,3) es aquel que no interpone un escudo entre la Palabra y su corazón, dejando así el camino libre a Dios para que pueda actuar en él.

17. Quien no tiene a Jesús como Señor no puede tener a Dios como Padre. Tener a Jesús como Señor implica al menos la tensión y el deseo por hacer lo que Él le dice (Jn 6,46).

18. No está en tus manos evitar sentimientos de odio ante una ofensa, pero sí apagarla con las palabras vivas del Hijo de Dios. El Evangelio es el fuego que forja de amor y comprensión tu corazón.

19. Cuando Jesús dice a sus discípulos que les llama amigos (Jn 15,15), les está elevando a su altura, dado que en la espiritualidad bíblica la palabra amigo significa “mi otro yo”.

20. ¡Señor: si quieres, puedes limpiarme!, dijo un leproso a Jesús (Mc 1,40). Cuando sentimos el impulso de juzgar al otro, sea quien sea, debemos ir a Jesús con la misma súplica de este hombre.