Campo de flores púrpuras

1. Como Abraham, necesitamos salir de nuestra tierra y adentrarnos en la que Dios nos quiere mostrar, esa tierra interior que, al que da con ella, está ya a punto para la siembra de la Palabra.

2. Al presentar Andrés a su hermano Simón a Jesús, éste le cambió el nombre. Digamos que le revistió de una identidad nueva, la de su santo Espíritu.

3. Ir al sentido más real de las cosas indica una cierta madurez. Buscar el sentido real de nuestro paso por el mundo es un paso más en la madurez, supone ser hijos de la Sabiduría.

4. Un hombre sabio va hacia Dios no por desengaño del mundo, sino por haber descubierto su verdadera jerarquía de valores. Es un hombre que se compromete por un mundo mejor desde su Creador, desde Dios.

5. Dios, siendo Padre de todos, tiene, sin embargo, una historia de amor irrepetible con cada uno de sus hijos. Estos saben que son únicos y que también lo son sus hermanos, por eso se aman tanto.

6. La balanza que Dios usa para pesar tiene una medición sorprendente. Los que más peso tienen según los valores del mundo, en su balanza son leves como paja que se lleva el viento (Sl 1,4).

7. Un hombre superficialmente satisfecho tiene la tendencia a destruirse aunque no sea consciente de ello. Sólo Dios, abriéndole los ojos, le puede impulsar a mirar más alto en la vida.

8. El Evangelio de Jesús es Fuerza y Sabiduría de Dios no por lo que se lea en él, sino por la resonancia de sus palabras en el corazón.

9. Estar alerta ante las señales de tu organismo que te dicen que algo está mal y, sin embargo, hacer caso omiso ante las señales que indican que tu alma está desnutrida, parece poco sensato.

10. El Evangelio es la Luz del Rostro de Dios. Cuando lo abrimos es como un salón en penumbra; conforme vamos acariciando sus palabras, se vuelve luminoso y nuestra alma resplandece.

11. Si a los que navegan con frecuencia por la red se les llama “enredados”, a los que atan su corazón y su alma a la Palabra habría que llamarles “empalabrados”. Esta vinculación es extremadamente bella.

12. El Hijo de Dios tiene mansión privada en el Evangelio. Los hambrientos de vida la encuentran; Jesús les invita a entrar, y tiene para ellos siempre preparado un pan vivo y un vino nuevo.

13. A los charlatanes que cantan las maravillas de sus productos y que en el fondo sabemos que no venden más que humo, los conocemos bien. Sepamos que Satanás nos pide la vida a cambio de sólo humo. No es un buen negocio.

14. Cuando los ojos del corazón (Ef 1,18) se enfrentan a las tinieblas que acompañan a la fe, se afinan tanto que llega un momento que están capacitados para percibir al Invisible.

15. La voz interior que gime por un continuo crecimiento personal sólo se acalla cuando es arropada por la Voz del Buen Pastor, el que nos lleva al Padre (Jn 14,6).

16. Dicen que no existe el crimen perfecto. Existe, sí, el mal perfecto y completo: el que uno se inflige a sí mismo si renuncia a ser en Dios, pues esa es la esencia de nuestra personalidad.

17. El verbo aprender es esencial para quien desee llegar a ser discípulo de Jesús. No me refiero a aprender la Palabra algo así como memorizándola, sino a “prenderla” en su corazón y en su alma, que éste es el sentido más profundo del verbo aprender.

18. Es muy encomiable dar voz a los que no tienen voz, y más encomiable aún dar la Voz-Palabra a los que en su corazón sólo tienen vocecillas.

19. Cuando el hijo pródigo se acercaba a la casa de su padre, él corrió a su encuentro y le cubrió de besos (Lc 15,20), lo que indica que no entró en su hogar humillado, sino abrazado.

20. No hay mayor engaño de Satanás a un hombre que el de hacerle creer que es indigno de ser amado por Dios; no hay duda, el Príncipe del mal disfruta haciéndonos daño.